Me ha ocurrido ya demasiadas veces a lo largo del tiempo, y me ha vuelto a suceder en los últimos días en un par de ocasiones: pretendo discutir sobre tal o cual problema a partir de los datos de la realidad, con independencia de lo agradables o desagradables que puedan resultar -o incluso resultarme-, y me contestan diciéndome que de qué voy, que si quiero tal, que si estoy justificando cual. ¡Pero, carajo, olvídense momentáneamente de mi persona, de mi trastienda y de mis hipotéticas intenciones ocultas! ¿Son así o no son así las cosas, lo diga yo o San Pito Pato? ¿Tengo o no tengo razón cuando señalo la realidad de tales o cuales hechos?
-Me da que tienes el problema A- le dices a uno.
-¡Ya! -te contesta-. ¡Y tú el problema B!».
-Bueno, vale, pongamos que yo tenga el problema B, y el C y el H. Pero no estábamos hablando de mí. Cuando terminemos, si quieres, hablamos de mis problemas. Pero antes, si te parece, acabamos de hablar de los tuyos.
Te atreves a soltar en público: «Pura cháchara lo de los 100.000. En la mani de Donosti no hubo ni 20.000».
Y te llaman de todo.
Pero ¿de qué van? Pongamos sobre la mesa la fotografía aérea, hagamos el cálculo de cuántos había por centímetro de foto y sumemos los centímetros que ocupa en la foto el total de la manifa. Y ya está: no hay más vueltas que darle. ¿Qué más da que quien diga eso sea San Francisco de Asís o el Asesino del Tarot? Lo comenté ayer en una emisora de radio de la que me llamaron para que diera explicaciones: no soy yo -les dije- quien tiene que justificarse, sino los que dicen que había 150.000 manifestantes. De lo contrario, estaremos ante eso que los juristas llaman «invertir la carga de la prueba». Que digan de dónde se han sacado el dato.
Se trata de un fenómeno contagioso.
-Es la monda: a Ibarretxe lo están poniendo de vuelta y media por pretender lo que nunca ha dicho que pretenda -digo.
Y me contestan:
-Sí... bueno... Pero él debería haber planteado las cosas de otro modo.
Pero ¿qué tiene que ver lo uno con lo otro? ¿Se justifica falsificar la posición del oponente porque no la ha expuesto como uno considera que hubiera debido hacerlo?
De veras que no estoy preparado para soportar esa manera de discutir. Me ataca los nervios.
Probablemente la culpa es mía, que desde niño me acostumbré a tomarme a coña los diálogos para besugos. Aquello de «¿Dónde vas?», «Manzanas traigo». De modo que, cuando me preguntan adónde voy, contesto a eso, y ni me acuerdo de que existen las manzanas.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (24 de octubre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de enero de 2018.
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