Pasaron anoche en Canal + No Direction Home (*), la larga película para televisión que ha hecho Martin Scorsese sobre Bob Dylan.
Es un buen documental. Scorsese contaba para realizarlo con varias ventajas: sabe mucho de hacer cine, conoce muy bien la vida y la obra de Dylan, es un adicto al rock, al folk y al country... y tenía el respaldo del propio Dylan, que acompaña el hilo del relato con sus recuerdos y comentarios, aceptablemente poco endiosados y bastante distantes.
Interesado desde hace 40 años por la obra de Bob Dylan, casi nada de lo que relata el documental me pilló demasiado por sorpresa, como ya me esperaba. Pero una cosa es haber leído esto o lo de más allá y otra cosa es verlo. Buena parte de los archivos filmados que utiliza Scorsese, con el apoyo de los cuales consigue reconstruir los diferentes ambientes en los que se forjó Dylan -muy especialmente el del Village neoyorquino de los 60-, me eran desconocidos. También me parecieron muy interesantes y bastante sinceras las entrevistas con cantautores, artistas y gente de la farándula progre del Nueva York de entonces. Dan la sensación de haber envejecido bastante bien casi todos. Se les ve lúcidos.
De todos modos, lo que más me impresionó, y con diferencia, fue el relato duro y sin concesiones que hace Scorsese de los malísimos tragos por los que pasó Dylan cuando decidió que no iba a encasillarse de por vida en el papel de cantante protesta-folk-izquierdista que le habían asignado y se puso a probar qué posibilidades le ofrecían la música rock y la poesía surrealista.
Fue terrible. Durante varios años, concierto tras concierto, su público lo abucheó y le insultó hasta hartarse. El comentario lo recogieron varias veces las cámaras de la época, y se ve en No Direction Home: «¡Hemos venido a ver un cantante folk y nos encontramos con un grupo pop!», «¡Y esa horrible armónica!», «¡Pero si es que, además, desafina!», etc.
Le habría bastado con renunciar al cambio de imagen -incluyendo en ella su estilo musical- para seguir triunfando. Habría podido seguir así, con sus Blowin' in the Wind, sus Masters of War, sus The Times They are-a Changin', sus Only A Pawn in their Game, etc., de por vida, añadiendo de tanto en tanto sus Hurricane, sus George Jackson y otras protestas circunstanciales. Es lo que han hecho más o menos -algunos con considerable dignidad- artistas como Pete Seeger, Joan Baez, Peter, Paul & Mary, Tom Paxton o Maria Muldaur. Pero él no podía. Porque Dylan no era ni mucho menos tan izquierdista como se le pintaba -de hecho no fue nunca realmente izquierdista- pero, a cambio, era un perfecto inconformista, alérgico a los encasillamientos, muy capaz de hacer justo lo contrario de lo que se esperaba de él, caso de parecerle buena idea.
Incluso su despectiva altanería de entonces me parece ahora más fresca y sana que los rollos políticos que se echaban otros. «¿Cuántos cantantes de protesta cree que hay hoy en día?», le pregunta un periodista en una conferencia de prensa. «Unos 136», responde. El periodista, picado en su amor propio, repregunta: «¿Unos 136? ¿136, más o menos, o 136 exactamente?» Y él, sin inmutarse, insiste en la irrisión: «Bueno, entre 136 y 142». (**)
Inconformista no quiere decir frívolo. Un frívolo jamás habría afrontado con tanta decisión -con tanto arrojo, incluso- la que se le vino encima por haber traicionado el folk. Fue de un valor -o de una terquedad, tanto me da- realmente admirable.
Nos equivocamos en masa los progres de la época. Yo también torcí el gesto cuando me llegó Highway 61 Revisited (1965). Me dejó de una pieza. ¿Qué diablos era aquello tan ruidoso, tan eléctrico? ¿Dónde estaba mi Dylan?
Tardé años en descubrir que mi Dylan no estaba en ningún lado, porque Dylan era exclusivamente de Dylan. Y sigue siéndolo.
Y también me costó mucho admitirlo, pero me rendí finalmente a la evidencia: Dylan es un genio. ¿Antipático? ¿Desagradable? ¿Engreído? ¿Con una voz que recuerda el maullido de un gato acatarrado? Todo eso y mucho más. Pero un genio.
(*) El título del documental hace mención al estribillo de una de las más celebradas canciones de Dylan: Like A Rolling Stone («Como un canto rodado»). Dice: «How does it feel / How does it feel / To be on your own / In no direction home / Like a complete unknown / Like a rolling stone». Quien quiera conocer mi punto de vista sobre esta canción y sobre Dylan en general puede consultar el texto de la conferencia que di en Las Palmas de Gran Canaria en junio de 2001 bajo el título «Dylan, poeta».
(**) Diálogo citado de memoria. Si no fue así, fue muy parecido.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (14 de noviembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de octubre de 2017.
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