Dice el lehendakari Juan José Ibarretxe que tanto el Pacto de Ajuria Enea como el Foro de Lizarra se han visto superados por el desarollo de los acontecimientos y que sería necesario crear un nuevo espacio de diálogo. Él propone abrir las puertas a un pacto que abarque a todos los partidos y que se fundamente -dice- «en dos pilares: el respeto a los Derechos Humanos y el respeto a las ideas de los demás y a la voluntad de la sociedad vasca».
Ibarretxe, que es un hombre cargado de buenas intenciones -lo creo sinceramente-, avanza esos puntos a modo de programa de mínimos.
En realidad, es de máximos.
Para empezar, habla de «dos pilares». De hecho son tres: una cosa es respetar los Derechos Humanos; otra, respetar las ideas de los demás, y otra más, respetar la voluntad de la sociedad vasca.
Por orden inverso. Cuando él habla de «respetar la voluntad de la sociedad vasca», plantea una doble dificultad. A los partidos de ámbito español, les reclama que reconozcan el derecho del pueblo vasco a decidir su futuro por sí solo. En otras palabras: el derecho a su autodeterminación. Y a HB le exige que acepte lo que la mayoría de la sociedad vasca prefiere en este momento, que es -nadie se engaña al respecto- mantenerse dentro de España. Ni los unos ni la otra están por la labor.
(Por cierto que ésa es una de las paradojas más chocantes de las muchas que presenta la realidad actual de Euskadi: están a favor del derecho de autodeterminación quienes perderían la votación si se celebrara un referéndum sobre la independencia, y lo rechazan de plano quienes la ganarían).
Segundo: tampoco va a lograr que todos los partidos se avengan a respetar las ideas de los demás. Para nada. El PP considera que el separatismo es intrínsecamente perverso, y no cesa de decir que mientras el PNV haga proclamas separatistas no quiere verlo ni en pintura. La dirección de HB, por su parte, justifica que haya quien mate a otros sólo porque piensan diferente: ha sido el caso, bien reciente, de López de Lacalle. Así que tampoco va a conseguir nada en ese terreno.
En fin, los Derechos Humanos. Si no se reconocen mutuamente ni la libertad de expresión, para qué seguir con el resto.
El Pacto de Ajuria Enea está más que superado. El Foro de Lizarra, tres cuartos de lo mismo. Vale.
Pero el empeño de Ibarretxe por encontrar otro ámbito de diálogo y de entendimiento entre todos es, aquí y ahora, del todo inútil.
Es muy sencillo: no se entienden porque están firmemente decididos a no entenderse.
Javier Ortiz. El Mundo (19 de agosto de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de agosto de 2010.
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