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2003/06/06 06:00:00 GMT+2

Mundo

El hijo de un amigo, periodista mexicano ahora destinado en Bruselas, me escribe para que le eche una mano en el análisis de un poema de Blas de Otero sobre el que debe trabajar para un examen. Lo hago muy a gusto: Otero siempre ha sido uno de mis predilectos.

Repasando la obra del bilbaino, me topo con otro poema que hace tres o cuatro semanas cité de memoria en Radio Euskadi y que, según lo vuelvo a leer, me deja pasmado por su impresionante actualidad. ¡52 años después de escrito!

Dedico hoy esta página del Diario al gran Blas. «Lo dijo Blas, y amén, punto redondo».

El poema se llama «Mundo». Quien ya lo conozca, eso que lleva ganado.

Éste es su texto:

Cuando San Agustín escribía sus Soliloquios.
Cuando el último soldado alemán se desmoronaba de asco y de impotencia.
Cuando las guerras púnicas
y las mujeres abofeteadas en el descansillo de una escalera,
entonces,

cuando San Agustín escribía La Ciudad de Dios con una mano
y con la otra tomaba notas a fin de combatir las herejías,
precisamente entonces,
cuando ser prisionero de guerra no significaba la muerte,
sino la casualidad de encontrarse vivo,
cuando las pérfidas mujeres inviolables se dedicaban a reparar las constelaciones deterioradas,
y los encendedores automáticos desfallecían de póstuma ternura,

entonces, ya lo he dicho,
San Agustín andaba corrigiendo las pruebas de su Enchiridion ad Laurentium
y los soldados alemanes se orinaban encima de los niños recién bombardeados.

Triste, triste es el mundo,
como una muchacha huérfana de padre a quien los saltea­dores de abrazos sujetan contra un muro.

Muchas veces hemos pretendido que la soledad de los hombres se llenase de lágrimas.
Muchas veces, infinitas veces hemos dejado de dar la mano
y no hemos conseguido otra cosa que unas cuantas arenillas pertinazmente intercaladas entre los dientes.

Oh, si San Agustín se hubiese enterado de que la diplomacia europea
andaba comprometida con artistas de varietés de muy dudosa reputación,
y que el ejército norteamericano acostumbraba recibir pa­quetes donde la más ligera falta de ortografía
era aclamada como venturoso presagio de la libertad de los pueblos oprimidos por el endoluminismo.

Voy a llorar de tanta pierna rota
y de tanto cansancio que se advierte en los poetas menores de dieciocho años.

Nunca se ha conocido un desastre igual.
Hasta las Hermanas de la Caridad hablan de crisis
y se escriben gruesos volúmenes sobre la decadencia del jabón de afeitar entre los esquimales.

Decid adónde vamos a parar con tanta angustia
y tanto dolor de padres desconocidos entre sí.

Cuando San Agustín se entere de que los teléfonos auto­máticos han dejado de funcionar
y de que las tarifas contra incendios se han ocultado tími­damente en la cabellera de las muchachitas rubias,
ah entonces, cuando San Agustín lo sepa todo
un gran rayo descenderá sobre la tierra y en un abrir y cerrar de ojos nos volveremos todos idiotas.

Blas de Otero (1951)

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (6 de junio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de mayo de 2009.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/06/06 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: 2003 otero poesía jor diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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