Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2000/07/15 07:00:00 GMT+2

Mitterrand, ese sinvergüenza

¿Cuántas veces no habremos oído decir eso de que «ya no quedan políticos como los de antes»? «Mitterrand fue el último de aquella gran saga de estadistas de altura histórica», sentencian algunos, con aire evocador.

No pretenden que el mundo esté ahora peor que tras la II Guerra Mundial; sólo se lamentan de cómo son los políticos de hoy.

Esa queja melancólica encierra, en realidad, un modo peculiar de concebir la función política, que prima las dotes de mando y la capacidad individual de tomar decisiones, y menosprecia la labor de equipo, forzosamente más impersonal. Sus defensores echan de menos al «gran hombre de talla histórica», al «líder carismático», frente al «colectivo gris».

Cabe discutir esa concepción en el terreno teórico: ciertamente, es escasamente democrática. Pero resulta preferible refutarla a partir de la práctica: cuanto más se va conociendo de lo que en realidad fueron e hicieron esos «grandes hombres de talla histórica» que controlaron el planeta tras la II Guerra Mundial, más repugnan.

El caso de François Mitterrand es ejemplar. «Paradigmático», que dirían los pedantones al uso.

Lo último que se ha sabido de él -o que se ha corroborado, a decir verdad- es que controló el tráfico de comisiones ilegales de Elf, el emporio petrolífero francés. Fue un corrupto y un corruptor a escala masiva que autorizó que se pagaran millones de francos negros a partidos políticos, tanto locales como foráneos, y a toda una pléyade de empresarios y de correveidiles de la política y los negocios.

Lo peor no es que el «gran líder carismático» se dedicara a tales sinvergonzonerías en Francia, sino que se puso a carismatizar por toda Europa, e incluso sentó cátedra de carismatizador: el invento de Filesa llevaba puesto el sello de Made in France. El Partido Socialista Francés de Mitterrand no inventó la corrupción política, por supuesto -en otros países y desde hacía mucho tiempo ya había políticos que se hacían pagar por hacer favores o por no hacer desfavores a empresas-; lo que el PSF de Mitterrand patentó fue el truco de crear firmas-tapadera que facturaban enormes sumas por la realización de informes de pega, para ocultar la financiación ilegal del partido (y de sus jefes, claro).

No era un truco específicamente social-demócrata, desde luego, pero, como él estaba en esa línea, se dedicó a exportar la técnica entre los de su cuerda, çà et là. Y tuvo un gran éxito, sobre todo con aquéllos a los que también se les tenía por «líderes carismáticos» en sus respectivos lares.

No tengo especial devoción por ningún tipo de gobernantes. Pero, obligado a escoger, me quedo con los de menos «altura histórica».

Me aterran los carismáticos. Entre dos males, mejor el menor.

Javier Ortiz. El Mundo (15 de julio de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de julio de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/07/15 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: corrupción el_mundo felipismo francia mitterrand felipe_gonzález 2000 democracia antología españa | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)