Ha muerto Elia Kazan, cineasta y traidor. Supongo que mañana -hoy no ha dado tiempo- los diarios se llenarán de referencias a sus excelencias cinematográficas y a su vergonzosa colaboración con el Comité de Actividades Antiamericanas del senador Joseph McCarthy, ante el que denunció como comunistas a quienes hasta entonces habían sido sus amigos.
Sé que son dos cosas diferentes: alguien puede ser, a la vez, un excelso artista y un canalla de tomo y lomo. No hay contradicción en ello. Ejemplo llamativo: Francisco de Quevedo, tan maravilloso escritor como lameculos del poder y mala persona. Pero, lo que es yo, me declaro incapaz de separar por entero ambas consideraciones. Supongo que ésa es la razón por la que nunca me han interesado demasiado las películas de Elia Kazan, ni siquiera las supuestamente más progresistas, como La ley del silencio y ¡Viva Zapata! Tampoco he simpatizado nunca gran cosa con el estilo histriónico propiciado por su escuela de actores, el Actor's Studio. Un prejuicio ideológico, supongo.
Es coincidencia que hoy, precisamente, se vaya a proyectar en Madrid el documental de Carmen Castillo La flaca Alejandra, que habla de una revolucionaria chilena a la que el miedo a la tortura le decidió a colaborar con la Policía.
Kazan también colaboró con la represión macarthista por miedo: a la cárcel -otros cineastas pasaron por ella-, al ostracismo, a la pobreza...
Tengo oído que ha pasado el resto de su prolongada existencia torturado por el recuerdo de su propia traición, tratando de justificarse y sin lograrlo.
Y es que para optar por la traición hay que carecer por entero de escrúpulos.
Para el resto de los humanos, la traición puede ser una tortura mucho más dolorosa que la propia tortura.
Italia sin electricidad. Hace poco sucedió algo parecido en Londres. Y tres cuartos de lo mismo en Estados Unidos.
¿Qué tienen de común los tres puntos? Que sus gobiernos respaldan la invasión de Irak.
Según eso, el siguiente gran apagón toca en España.
Es lo lógico, sobre todo teniendo en cuenta la falta de luces de Aznar.
Hay otra manera de conectar los tres apagones.
Se trata de tres países cuyos gobiernos prestan cada vez menos atención a las infraestructuras en las que se asienta el llamado -el cada vez peor llamado- Estado del Bienestar.
Si ésa es la verdadera razón, el siguiente gran apagón también toca en España. Porque aquí el Gobierno tampoco fuerza a las compañías eléctricas a emplear una parte de sus ingentes beneficios en el mantenimiento y la mejora de la red.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (29 de septiembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de octubre de 2017.
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