El otro día circuló profusamente por Internet una noticia que contaba cómo un motorista había recorrido un montón de kilómetros cuando ya estaba muerto. La supuesta noticia, totalmente inverosímil, aparecía como publicada por La Vanguardia. Llevaba el anagrama del periódico, sus anuncios correspondientes, sus enlaces, etcétera. Pero era rigurosamente falsa. Bastaba con acudir a la edición digital de La Vanguardia para comprobar que el diario catalán no había publicado nada parecido a eso. ¿Qué había pasado? Que un gracioso había tomado el código fuente de una noticia de La Vanguardia y le había cambiado el título y el texto, conservando el resto, fabricando una especie de facsímil. A continuación puso en circulación su invento sirviéndose de uno de los infinitos canales improvisados que se dedican a rebotar noticias y bromas por la Red. Del resto se encargó la credulidad de la gente.
En este caso se trató de una seudonoticia sin mayor trascendencia. A veces estas supuestas humoradas, sin embargo, tienen más consecuencias. Por ejemplo: da vueltas y más vueltas por la Red, a lo ancho y lo largo del mundo, una lista de frases estúpidas atribuidas a George W. Bush que es muy graciosa, pero que plantea un problema de cierta importancia: sólo una parte mínima de las citas incluidas en la lista son atribuibles al actual presidente de los EUA. Las hay que ya circularon hace años como cosas de Ronald Reagan y de otras autoridades de aquel país. Otras, en fin, ni se sabe de quién son: probablemente las ha fabricado ad hoc alguno de los propios recopiladores. Lo peor de la lista de las narices es que ha habido más de un crédulo que se la ha tomado en serio y se ha dedicado a divulgarla en publicaciones y actos públicos presuntamente serios.
Viene a ser algo así como una versión politizada de los falsos avisos de virus, que tantos quebraderos de cabeza han producido a más de un cándido que los ha atendido y se ha dedicado a borrar ficheros perfectamente sanos y necesarios para el buen funcionamiento de su ordenador.
Internet tiene una ventaja: la enorme libertad con que funciona. Pero esa ventaja supone, a la vez, un enorme peligro: cualquiera puede servirse de la Red para difundir cualquier cosa. Yo me tengo impuesta desde hace tiempo una norma: no me creo nada de lo que me llega a través de redes de particulares. Si algo me parece de particular interés, hago las comprobaciones correspondientes. Que, por cierto, casi siempre dan resultado negativo.
No me pregunten por qué hay gente que se dedica a inventarse noticias falsas y a divulgarlas a los cuatro vientos. Supongo que será que tiene mucho tiempo libre. O tal vez le divierta constatar que, por mucho que pase el tiempo y se acumule experiencia, la Humanidad no para de incrementar la cifra de crédulos.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (28 de enero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de febrero de 2017.
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