Acaba de publicarse en España un voluminoso y muy interesante trabajo de investigación, La CIA y la guerra fría, obra de la británica Frances Stonor Saunders.
En él, cuenta la autora entre otras muchísimas cosas, por supuesto cómo George Kennan, uno de los padres de la CIA, desarrolló en 1947 el concepto de «mentira necesaria» en tanto que componente esencial de la diplomacia norteamericana de posguerra. Kennan, situándose en la línea del sempiterno principio que justifica la utilización de cualquier medio, por odioso que resulte, siempre que el fin se repute correcto, propugnaba la puesta en pie de una tupida red mundial de complicidades intelectuales, culturales y periodísticas que permitieran a EE.UU. expandir sus criterios urbi et orbi. Los jefes de esa red, en criterio de Kennan, no deberían dudar en recurrir a la mentira, la manipulación y la intoxicación a gran escala cuando ello conviniera a los intereses norteamericanos.
Pocos meses después, y en plena sintonía con los criterios de Kennan, el Consejo de Seguridad Nacional elaboró diversas instrucciones -entonces ultrasecretas, ahora ya conocidas- para impulsar el desarrollo de la tal red de propagandistas a sueldo. El CSN precisaba que sus campañas deberían «planificarse y ejecutarse de modo que las personas no autorizadas carezcan de pruebas de la responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos, y que, en caso de ser descubiertas, el Gobierno de Estados Unidos pueda rechazar de forma convincente cualquier responsabilidad al respecto de ellas» (National Council Directive 10/2).
La CIA se ha mantenido fiel desde entonces a la filosofía de «la mentira necesaria» y a los métodos propugnados por Kennan para aplicarla, para lo que ha contado con cada vez más y mejores medios. Hace una década tuvimos una llamativa muestra de su poder: recuérdese con qué entusiasmo participaron casi todos los medios de comunicación occidentales en la difusión de la patraña según la cual Irak poseía un poderosísimo ejército, «uno de los más importantes del mundo». Fue una «mentira necesaria» arquetípica.
Dedúcese de todo esto que no hay ninguna razón para creer en la veracidad de las supuestas informaciones que se nos están proporcionando en la actualidad con respecto a la sedicente Guerra Contra el Terror. No digo que sean mentira. Pero no tendría nada de extraño que lo fueran. O que conformen un amasijo de verdades, medias verdades y perfectas mentiras.
Sabemos que hay cientos de funcionarios de la CIA, con abundantes contactos en el mundo entero, cuyo trabajo consiste en expandir «mentiras necesarias».
Digo yo que no estarán ahora mismo mano sobre mano.
Javier Ortiz. El Mundo (10 de octubre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de octubre de 2012.
Nota: Javier presentó el libro de Stonor Saunders en octubre de 2001 en Madrid.
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