Estoy terminando la lectura de un libro que acaba de aparecer en el mercado, publicado por Ediciones Foca. Se llama 23-F, el golpe que nunca existió. Es obra del coronel Amadeo Martínez Inglés.
La gente ya algo talludita recordará al personaje: en 1990, Martínez Inglés fue encarcelado durante seis meses y luego apartado del Ejército por haber defendido públicamente la profesionalización de las Fuerzas Armadas.
El libro es apasionante, al margen de las habilidades literarias del coronel, ciertamente limitadas.
Pero la literatura, en este caso, es lo de menos. Lo de más, el cúmulo de informaciones que contiene sobre el historial del golpismo militar español desde 1977 a 1983, en general, y sobre la aventura del 23-F, en particular.
Martínez Inglés disecciona los tres planes golpistas que rivalizaban entre sí en vísperas del asalto al Congreso de los Diputados por el teniente coronel Tejero. No es cosa de detallarlos. Me conformaré con decir que, en lo que se refiere al plan que poco después sería bautizado como «la solución Armada», aporta datos, fechas y detalles concretos que, de ser ciertos, demostrarían la implicación directa y personal del rey en la frustrada aventura del general Alfonso Armada Comyn.
Ante lo cual, yo me digo que, una de dos: o Martínez Inglés se ha inventado lo que cuenta, en cuyo caso la Fiscalía debería actuar rápidamente y de oficio contra él, por difamador y libelista, o las informaciones que proporciona son verdad, en cuyo caso el titular de la Corona queda en una posición altamente comprometida, de la que habría que deducir cuanto antes las debidas consecuencias. Porque, de creer los datos que aporta Martínez Inglés, el rey estuvo conspirando con el propio Armada –viejo colaborador suyo– y con el entonces capitán general de Valencia, Jaime Milans del Bosch –otro reputado monárquico–, para que el Ejército diera un «golpe de timón» en el rumbo de la política española sin contar con los medios que la Constitución prevé para tales casos: el Poder Ejecutivo, las Cortes y, en último término, las urnas. Que lo hiciera para evitar un golpe de Estado militar aún más radical del que pudiera derivarse el fin de la propia Monarquía no quitaría ni un ápice de gravedad al hecho mismo.
Ya digo, que una de dos. O Martínez Inglés miente en lo esencial, o dice la verdad. En ambos casos debe haber una reacción. Lo que no cabe es hacer como si todo eso no se hubiera contado, negro sobre blanco.
Pero algo me dice que es eso precisamente lo que se hará.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (8 de febrero de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de febrero de 2010.
Comentarios
Escrito por: miren.2010/02/07 10:37:44.525000 GMT+1
Escrito por: .2011/02/11 02:19:54.094000 GMT+1
Escrito por: PWJO.2011/02/11 13:25:22.247000 GMT+1