El rey alauí ha llamado a consultas a su embajador en Madrid. Puede estar contento: es de los pocos marroquíes a los que su Bajestad consulta algo. Por lo general, Mohamed VI hace su real gana. Lo aprendió de papá.
Aznar y Piqué han saltado de inmediato: «España no ha hecho nada malo». Los dirigentes del PSOE le han respondido que sí que han hecho algo malo, y que ellos lo saben, pero que no van a denunciarlo «por sentido de la responsabilidad». Otros que tal bailan. Saben que «lo malo» que ha hecho el Gobierno de Aznar es no respaldar en las Naciones Unidas una propuesta francesa sobre el Sáhara Occidental que era vergonzosamente favorable a los intereses del retoño de Hasán.
No es que los de Rodríguez Zapatero renuncien a criticar al Gobierno del PP. Es que les da corte poner en evidencia cómo su colega francés Lionel Jospin se inclina una vez más ante son ami, le Roi, y cómo ellos mismos se pasan por el arco del triunfo sus compromisos de solidaridad con el Polisario, firmados con mucha pompa en Madrid por Felipe González hace un cuarto de siglo.
La situación es patética.
El Gobierno de Rabat necesita imperiosamente que la UE le dé cuartelillo, porque, si no, puede verse el día menos pensado entre la espada y la pared: entre la espada de su saqueo y la pared de una población cada vez más harta de tanta mordaza. Pero, pese a ser consciente de lo delicado de su situación digo yo que lo será, de puro evidente que es la cosa, se permite el lujo de ponerse chuleta cada dos por tres con la UE en general, y con España en particular, amenazando con quejarse ante su primo el de Zumosol, que vive en Washington.
Ya sé que hay unas cuantas empresas más o menos españolas (más o menos, digo: la globalización lo difumina todo) que tienen mano alta en algunos negocios del Reino de Marruecos. Asuntos de energía, de pesca, del mercado textil, etcétera. Pero, si se hace un balance global de beneficios y pérdidas, dista de estar claro que convenga dar cuerda indefinida a los actuales dirigentes de Marruecos. El memorial de agravios es más que amplio: el latrocinio del Sáhara, el negocio de la inmigración ilegal, la mafia de la droga, las restricciones pesqueras, el dumping agrícola... Y no digamos nada ya si dejamos al margen la cuenta de resultados y nos ponemos a hablar de ética, o incluso de estética.
Mohamed VI está muy mal acostumbrado. Convendría, ahora que ha llamado a su embajador a consultas, que consulte con él sobre los peligros que arrostra poniéndose farruco. Que le explique cómo podría tratarlo Aznar si fuera un díscolo local.
Javier Ortiz. El Mundo (31 de octubre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de noviembre de 2010.
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