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1998/08/14 07:15:00 GMT+2

Manos a la obra

Por razones que se me escapan, el Ayuntamiento de Madrid procede todos los agostos a sistemáticas campañas de castigo contra los vecinos motorizados que permanecen en la capital: la llena de infinitas y peligrosísimas obras.

Me dirán ustedes -y tendrán razón- que el verano es la mejor época del año para realizar trabajos en la vía pública: habiendo menos vehículos, las obras molestan también menos. Pero el problema no está en que haya obras, sino en cuántas son y, sobre todo, en cómo son.

A veces ni siquiera puede decirse propiamente que sean obras. Llega un equipo de trabajadores municipales, abre unas cuantas zanjas en el asalfo, recoge los bártulos y desaparece. ¿Es eso una obra? Se queda más bien en faena. ¿Por qué no inician el trabajo sólo cuando están en condiciones de rematarlo? Supongo que porque, si hicieran eso, castigarían mucho menos al personal. Perdería gracia.

Y qué zanjas hacen. Las hay de tal profundidad que uno llega a dudar si sirven a labores de asfaltado o son el inicio de expediciones espeleológicas. Muchas -faltaría más- carecen de la menor señalización.

A los automovilistas que no tienen todoterrenos los fastidian bastante, porque les estropean los amortiguadores del coche. Pero a los motoristas les fastidian todavía más, porque les estropean la columna vertebral, que es de reparación más delicada.

Hay dos tipos de zanjas especiales para motos. Están, en primer lugar, las delgadas que discurren en el sentido de la marcha: ayudan a que se metan en ellas las ruedas del cacharro, lo que abre un amplio campo de posibilidades, todas ellas luctuosas.

Y están luego las zanjas profundas y horizontales, que provocan resultados mucho menos variados: todas tienden a empujar violentamente hacia delante al motorista. Si va rápido, el vuelo sin motor está prácticamente asegurado.

Los madrileños motorizados, por puro espíritu de supervivencia, tratan celosamente de eludir las calles con obras. Pero el Ayuntamiento tiene estudiada esa tendencia elusiva y toma las medidas necesarias para neutralizarla: de un lado, no avisa de cuáles son las calles que imitan la geografía de Sarajevo; del otro, pone en danza tantas obras que es imposible hacer un recorrido de 500 metros sin toparse con una.

¿Por qué se porta así el Ayuntamiento? Imagino que lo hace porque tiene algún tipo de acuerdo secreto, sea con las autoridades de las zonas turísticas, molestas porque haya madrileños que no las atascan aún más, sea con la patronal de los talleres de reparación, sea con las clínicas privadas, que apenas tienen en agosto un mal paciente que llevarse al quirófano. Lo más probable es que cobre de los tres.

Si no, no me lo explico.

Javier Ortiz. El Mundo (14 de agosto de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de mayo de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/08/14 07:15:00 GMT+2
Etiquetas: madrid 1998 jor el_mundo tráfico | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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