-Pero, ¿no estás en contra de que Castro ejecute a sus oponentes políticos? -me pregunta mi buen amigo Gervasio Guzmán.
-Por supuesto que sí, Gervasio. Sabes de sobra que me opongo a la pena de muerte en todo lugar y circunstancia. Incluso cuando el condenado es un criminal convicto y confeso. No digamos ya cuando los fusilados han sido encontrados culpables de figuras delictivas tan resbaladizas como la «traición a la Patria» o la «traición a la Revolución» -le respondo.
-Y si piensas así, ¿por qué no fuiste a la concentración del sábado en la Puerta del Sol? -vuelve al ataque.
-Por muchas razones -prosigo, aun sabiendo que me tienta-. Te citaré las dos principales. Primera: no tengo por costumbre acudir a todas las manifestaciones con cuyo enunciado estoy de acuerdo. No pararía en casa. Y segunda: sé que una manifestación no se caracteriza sólo por las consignas que figuran en la convocatoria; que tan importante como eso, o más, es quién la convoca y con que finalidad lo hace.
No sé si alguien se llamó a engaño, pero yo, desde luego, no. Me constaba que el PP había promovido la concentración anticastrista del sábado, exiliados cubanos mediante, como una pieza más dentro de sus planes para recuperarse del descrédito que le ha granjeado su apoyo a la guerra. Pretendía tener una excusa para decir: «Vaya pacifistas de pega están hechos todos ésos, que no protestan contra las ejecuciones ordenadas por el viejo dictador de La Habana».
El objetivo oculto -apenas oculto, en realidad- era el de respaldar la política intervencionista y agresiva de los Estados Unidos también con relación a Cuba.
En tales condiciones, ¿qué diablos hubiera pintado yo en semejante concentración? Repleta de incondicionales de los EUA dispuestos a maldecir las ejecuciones de Castro pero de ningún modo las de Bush -es decir, rodeado de gente que puede hacer la vista gorda, llegado el caso, ante la pena de muerte-, del brazo de elementos que aplauden los afanes imperialistas de Washington en relación a su propio país (¿cómo habría que llamar a eso? ¿Antisoberanistas?), metido en medio de una banda de energúmenos educados en la peor escuela del matonismo gangsteril de Miami, mi presencia sólo habría servido para que la rentabilizaran algunas de las fuerzas políticas más deleznables del panorama local e internacional.
Unos tíos que son capaces de abroncar a Jesús Caldera llamándolo «rojo» y «comunista» evidencian su desvarío... y su daltonismo: ni saben qué es ser «rojo» ni conocen a Caldera.
Hubo algunos que se presentaron en esa concentración, a la que finalmente fueron cuatro gatos -aunque, eso sí, mal avenidos-, por razones semejantes a las implícitas en las preguntas de mi amigo Gervasio. En el pecado tuvieron la penitencia. A fuerza de aspirar a un purismo democrático excelso, se encontraron haciendo bulto en un acto fascista.
Yo ya me he manifestado -aquí, y muy claramente- en contra de las ejecuciones de Castro. En una compañía que difícilmente puede salirme rana: la mía. Allá con sus tripas los que se arriesguen a frecuentar tan malísimas compañías.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (28 de abril de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de abril de 2017.
Comentar