Lo escuché, pero no podía creerlo: «Es muy chocante lo que voy a decir pero, si yo fuera un ciudadano español -y se reía el presidente González a mandíbula batiente, encantado de su espléndida boutade-, también estaría cansado de ver al mismo presidente durante casi diez años».
Cuando Felipe González adopta aires de gran estadista mundial, sus discursos incluyen tal cantidad de farragosos datos malabáricos y de cantinfieros seudosilogismos que me suelen aburrir mortalmente. Pero cuando el hombre se relaja y se expresa con libertad, le escucho siempre con mucho más interés. Y es que, en esas condiciones, no hay ocasión en que no incurra en algún lapsus revelador de los insondables abismos de su pensamiento.
Esta vez no se ha limitado a tener un lapsus: nos ha regalado toda una colección de ellos.
Veamos. Primero, ha vuelto a servirse del viejo adjetivo maldito -«cansado»-, que se le desliza hasta la boca cada vez que, casi siempre por lejanas tierras, logra liberarse de los aburridos problemas de la política interior.
En segundo lugar, tenemos ese magnífico «también», realmente inapreciable. Si él no fuera él -nos dice, también estaría cansado de él. También: es decir, como los otros -que no deben parecerle pocos, cuando los toma como referencia que ya están hartos de verle en la jefatura del Gobierno. Un curioso reconocimiento, ¿no?
Pero el mejor, el más apocalíptico de los lapsus que incluye la frase de González está en la condición con que se inicia: «Si yo fuera un ciudadano español...». Agárrense ustedes: ahora resulta que nuestro presidente de Gobierno no es un ciudadano español. ¿Y entonces? ¿Será extranjero? ¿Se nos habrá vuelto vasco-separatista? ¿O será que se considera español, pero no ciudadano? ¿O quizá la clave esté en la cantidad y, por aquello de la esquizofrenia socialista, se piense que no es un ciudadano, sino dos?
A expensas de la veracidad de estas hipótesis, yo me barrunto que el desliz de González se lo dictó su soberbia. Esa misma que llevó al motorólico Benegas a llamarle «Dios». El, sencillamente, se siente por encima de los demás mortales.
De los de aquí, claro. Con Bush ya sabe que es otra cosa.
Javier Ortiz. El Mundo (4 de abril de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de abril de 2011.
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