Dice el proverbio árabe que, si alguien te engaña una vez, la culpa es suya, pero que, si te vuelve a engañar, la culpa pasa a ser ya exclusivamente tuya.
La primera vez que Celia Villalobos hizo el imbécil -hace incontables decenios, supongo- es posible que la culpa fuera suya. Pero llegó a alcaldesa de Málaga ya como estúpida contrastada. Y fue nombrada ministra con todos los certificados de memez en perfecta regla. A Aznar nadie le vendió ninguna burra averiada: la compró a sabiendas.
Villalobos la ha vuelto a hacer. Podía haber conseguido que fueran retirados discretamente del mercado los aceites de orujo de oliva, sin montar ninguna escandalera. Pero a ella le encantan los numeritos. Ha montado otro más y ha conseguido que el conjunto de los aceites de oliva de procedencia española, incluidos los que no tienen nada de venenoso, sean boicoteados a escala continental.
Pero ya digo: la culpa no es suya. Ella no es responsable de ser irresponsable. A quien hay que culpar es al tipo que la nombró y que la mantiene erre que erre para demostrar que a tozudo nadie le gana.
Son tal para cual.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (6 de julio de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de mayo de 2017.
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