«Si lo del Carmelo hubiera ocurrido en Madrid, yo estaría en este momento en libertad condicional bajo fianza, suponiendo que yo y mis amigos hubiésemos podido pagarla, y tendría por lo menos a 100 o 200 personas del PSOE impidiéndome la salida de mi casa, llamándome especuladora, sinvergüenza, asesina, golfa...». El insólito tono enrabietado de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, da cuenta de la profundidad de su amargura. Desesperanzada Esperanza.
No es exclusiva suya. Otros dirigentes de su partido se expresan en términos similares. Anteayer mismo, el máximo responsable madrileño del PP en el sector de la Vivienda, Sigfrido Herráez, mostró idéntico desaliento. «Nosotros tenemos un problema mediático. No sé por qué no sabemos transmitir y denunciar lo que otros hacen mal ni tampoco defendernos», dijo. Dice que no sabe por qué, pero sí: «El PP ha recibido ataques en bloque de diversos grupos mediáticos», sentencia.
Aguirre y Herráez coinciden en quejarse no sólo del maltrato al que les somete la oposición política, sino también la Justicia: doña Esperanza está convencida de que ella nunca merecería la benevolencia que los jueces están demostrando con Maragall (es decir, que o los juzgados de Barcelona son pro-PSC, o los de Madrid son anti-PP, o ambas cosas a la vez: todo salvo ecuánimes), en tanto don Sigfrido considera que la Fiscalía está siendo utilizada contra su partido: «Los fiscales son políticos (sic); los utiliza el PSOE», dice.
Son dos ejemplos extremos de eso que los topiqueros llaman «perder los papeles», pero cabría reseñar otros, salidos de la boca de Zaplana, de Acebes o del propio Rajoy, en los que dejan ver ese mismo sentimiento de rabia y desaliento.
Es curioso cuán olvidadizos son muchos políticos. Si tuvieran algo más de memoria y algo menos de egolatría, verían que su reacción se parece como una gota de agua a otra a la que tuvieron Felipe González y los suyos en el último tramo de su paso por La Moncloa y en los inicios de su travesía por el desierto de la oposición: la misma fijación por la prensa hostil, el mismo convencimiento de ser perseguidos por un cierto sector de la Justicia.
«¡No compares! ¡Nosotros no hemos organizado nada parecido a los GAL!», me saltan siempre algunos de ellos. Y yo les respondo: «¿Y os creéis que los votantes le dieron la espalda a González por lo de los GAL? Es muy posible que los cafelitos de Juan Guerra y la caseta del perro de Boyer resultaran mucho más decisivos».
Los regímenes de opinión pública son así: el que rema a favor del viento avanza, y el que tiene el viento en contra se desespera ante la escasa utilidad de sus esfuerzos.
Ahora el PP tiene el viento en contra. En lugar de enrabietarse tanto, debería empezar por asumir que está en donde él mismo invirtió años para ponerse.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (4 de marzo de 2005) y El Mundo (5 de marzo de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 19 de noviembre de 2017.
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