"Una vez más", dice el locutor, "los madrileños se manifiestan contra ETA". Acto seguido, da cuenta de que a la concentración de la Puerta del Sol de ayer acudieron... 2.000 personas. El Mundo, más generoso, dice que 3.000. Seguro que no había ni la mitad, pero tanto me da.
Incluso en agosto, en Madrid hay mucha más gente.
A la manifestación de protesta de ayer no acudió ni uno de cada mil madrileños. No acudieron ni siquiera los militantes de las organizaciones que convocaban el acto. Qué digo de los militantes: de los que están a sueldo de las organizaciones convocantes.
¿Quiere decir eso que no están en contra de los atentados de ETA? Por supuesto que no. Quiere decir que consideran que tienen cosas mejores que hacer que ir a la Puerta del Sol a ver si los sacan en la tele.
No creen que tenga mayor utilidad.
Y es que no la tiene.
En realidad, a ETA esas concentraciones se la traen al pairo. Eso del "¡Basta ya!" lo viene oyendo desde 1968.
Lo que le gustaría a ETA es que en los actos de protesta hubiera cientos de miles de personas. Por toda España. Y cuanto más indignadas, mejor. Porque eso le haría creer que su estrategia de desgaste va por buen camino. Pero, que cuatro políticos, dos sindicalistas y el inevitable Esteban Ibarra se junten y se estén cinco minutos en silencio mientras les hacen las fotos de turno, ni fu ni fa. Como si se operan.
Esos actos rituales son un perfecto desastre. Si los convocan, que se aseguren de que va a ir alguien. Y si no van a llevar a casi nadie, que no los convoquen. Quedan ridículos.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (10 de agosto de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de febrero de 2017.
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