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1995/02/08 07:00:00 GMT+1

Los Leguina

Pasaba Joaquín Leguina por personaje crítico dentro del PSOE, y se le tenía por hombre comparativamente lúcido, poco dado al sectarismo feroz y a la tendencia a la descalificación sumaria del rival, conocidas marcas de la casa común felipista.

Nunca me tomé en serio ese retrato. No porque tuviera datos sobre su persona que el resto de la Humanidad ignorara. Qué va. No conozco a Leguina en singular. Como lo conozco bien es en plural. Me conozco de sobra cómo son los muchos Leguinas que hay en el PSOE: todos esos ex radicales de izquierda que abjuraron de su lucha juvenil contra el Poder para acabar instalándose en él. Que, tras ver que nunca serían comisarios del Pueblo de la Revolución, aceptaron gustosos la idea de convertirse en comisarios de Policía de la reacción.

Para alguien que ejerció de crítico radical del Poder -de todos los poderes- y que luego ha pasado a vivir de la desindustrialización a palos, la OTAN, los GAL y la Guerra del Golfo, entre otras muchas lindezas, la frontera de lo éticamente intolerable no figura en su mapa mental. Eventualmente puede mostrarse moderado, cortés y hasta tolerante pero, como sienta en peligro su puestecito -y no digamos ya como vea que el riesgo afecta al negocio en su conjunto-, se deja de poses y salta cual fiera corrupia. Es demasiado lo que ha sacrificado a su ambición como para resignarse a quedarse a la vez sin honra... y sin Bancos.

Sólo teniendo en cuenta esta característica propia de todos los Leguinas se puede entender la desmesura del comportamiento actual de este Leguina concreto que, olvidándose de su pachorra socarrona de anteayer, un día lanza ahora absurdos «¡muera!» contra un periodista, otro embiste contra un juez en particular, otro contra los jueces en general, otro se dedica a la demagogia ultra, hablando de los pobres policías que están en la cárcel mientras Idígoras toma vinos tan tranquilo por San Sebastián (versión actualizada de aquello que un padre falangista le dijo en los años 60 a su hijo, detenido por antifranquista: «¡Tú aquí, en la cárcel, y entretanto el Marxlenin ése viviendo como Dios en París!»), para acabar rematando tan singular faena, demostrativa de la firmeza de sus convicciones democráticas, refiriéndose a la investigación de los crímenes de los GAL como «esa broma».

Los Leguina están que trinan. Según el tipo de ambición que sirve a cada cual de motor vital, al uno le deprime la posibilidad de perder el coche oficial y tener que pagar la comida de su bolsillo, al otro no poder comprar más casas -es sobradamente conocida la pasión inmobiliaria de todo un sector del felipismo-, al de más allá dejar de aparecer todos los días en el telediario, al de acullá que ya nadie vaya a inclinarse servil a su paso.

¿Qué deprime en concreto a este Leguina concreto? No lo sé. Pero está claro que algo le deprime.

Me da que el pobre debe tener muchas razones para deprimirse.

Javier Ortiz. El Mundo (8 de febrero de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de febrero de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1995/02/08 07:00:00 GMT+1
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