Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2006/05/18 07:00:00 GMT+2

Los excesos de la chusma

Casi todo el mundo se escandaliza por aquí con las decisiones de Evo Morales. Los hay que se horrorizan porque consideran que lo que hace el presidente de Bolivia es intolerable -y no hay más que hablar, punto redondo- y los hay que se llevan las manos a la cabeza porque creen que, aunque las medidas que adopta pueden ser justas, «está tirando demasiado de la cuerda».

Eso de que no hay que «tirar demasiado de la cuerda» nos traslada mentalmente de Bolivia a Brasil, donde Lula da Silva no sólo se ha moderado a la hora de jalar la soga, sino que la ha soltado. Ha optado por acercarse al lado contrario, tal vez para ver cómo son los de enfrente y tomarse unas copas con ellos.

Lo que tienen en común todos los críticos de Evo Morales es que lo consideran, aunque no lo digan -esas cosas está feo decirlas-, pura chusma. Lo ven como un representante de la plebe, de la gente de baja condición, de los indígenas incultos, de los harapientos, etcétera (miren ustedes el diccionario, si quieren más sinónimos: abundan).

La misma reivindicación sobre la propiedad y el control de las fuentes de energía nacionales, expresada por un gobernante noruego, alto, rubio y de ojos azules, es tenida por lógica, legítima y hasta elegante, pero presentada por Evo Morales se considera estrafalaria, injusta y hasta ridícula. «¿Qué se habrá creído este indio de las narices?», piensan.

Esa reacción altiva de los poderosos es tan vieja como la Historia misma. Mitologías romanas aparte -la bella historia de Espartaco, por ejemplo-, la tenemos más que documentada desde las vísperas de 1789. En el Versalles de la época, a los parias de la tierra que reclamaban su derecho a decidir los llamaban «la canalla». Toda la sociedad bien del momento se escandalizaba a la vista de su porte rudo y sus tendencias violentas. Hablaba de «los excesos de la chusma».

Cuando ellos condenaban a «la canalla» a morir de hambre, o a penar en La Bastilla, o a agonizar en presidios infectos hundidos en lejanas marismas, lo daban por bueno. «¡Qué se le va a hacer! ¡Hay que tenerlos a raya!», se decían. Sus herederos de clase tampoco se alteran ahora cuando oyen hablar de la prisión surrealista de Guantánamo, o de las cárceles y centros de tortura clandestinos de la CIA, o de la pena de muerte que con tanto entusiasmo se rifan entre Bush y Schwarzenegger. «Serán unos bastardos, pero son nuestros bastardos», se justifican, adoptando aires de Einsenhower.

A mí me pasa todo lo contrario. No pretendo que los representantes de la chusma no cometan pifias. Sé que las hicieron en la Francia de 1789. Y muchas más en los años siguientes. Y muchísimas más desde entonces, por todo el mundo. También por aquí, entre 1931 y 1939.

Pero no los repudio. No puedo.

Se ve que la chusma es lo mío.

Javier Ortiz. El Mundo (18 de mayo de 2006).

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/05/18 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: evo_morales brasil usa bush 2006 lula bolivia el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)