No voy a hablarles hoy ni del PSOE, ni del PP, ni de las plataformas digitales, sino de un asunto que les es lateral, aunque en cierto modo cercano: quisiera reflexionar -y animarles a ustedes a hacerlo- sobre el papel higiénico y su futuro.
Umberto Eco dio hace no mucho la voz de alarma: los chinos están empezando a usar papel higiénico. Como se generalice entre ellos esa baja inclinación, todos los bosques de la tierra no darán para producir el papel necesario para atender a tanto trasero. Y no digamos nada si se empeñan en utilizar papel de hoja doble.
La primera pregunta que hay que plantearse es: ¿por qué les ha dado ahora a los chinos por usar papel de váter? Descartada la hipótesis de que hasta el presente no hicieran aguas mayores -el arroz es muy astringente, pero no tanto-, habrá que suponer que de algún modo retirarían los restos que genera la no muy pulcra función orgánica en cuestión. Y no puedo aceptar que una cultura tan milenaria y refinada como la china, que ha dado a la civilización artificios de ingenio admirable, afrontara este problema sin intermediación alguna.
En realidad, el papel higiénico no es ni mucho menos un gran invento. Además de resultar caro y antiecológico, su eficacia es más que dudosa. Para obtener de él efectos aceptables, se requiere una paciencia y una dedicación que no todo el mundo está dispuesto a aplicar (sobre todo los hombres, por razones que hoy dejaré pendientes). Frente al papel higiénico, el bidé representa una alternativa mucho más eficaz, más barata y -aunque eso vaya ya en gustos personales- también por lo general más placentera. El bidé -ese gran invento que, como las libertades políticas, nos trajo la Revolución francesa de 1789-, es sustituido en otros países por pequeños surtidores acoplados a la propia taza, o por pequeños tubos terminados en una especie de ducha ad hoc: son opciones no menos inteligentes y también de gran solvencia, dicho sea en todos los sentidos posibles del término.
Pues bien, ¿por qué -insisto-, si los chinos seguro que ya tenían métodos autóctonos correctos, y en todo caso, puestos a importar usos foráneos, los hay superiores, se empeñan en usar papel higiénico? Respuesta: porque les ha dado por imitar todas las costumbres de los EE.UU. Y como chez Tío Sam no tienen ni bidés, ni surtidorines, ni astutas duchitas ad hoc, sino papel higiénico, mucho papel higiénico, pues ellos, hala, a limpiarse la salida corporal al modo norteamericano.
El mundo está en peligro. No se puede permitir que los chinos se pasen en masa al papel higiénico: a ellos, el Amazonas no les da ni para un año de excusado.
Pero, como no cabe vedar a los chinos algo que los ciudadanos de otros lares pueden hacer, solamente queda una solución: poner fin a la fabricación de papel higiénico a escala mundial. Prohibirla, sin más. Tal es mi solemne propuesta.
Háganme caso: el papel higiénico es un rollo.
Javier Ortiz. El Mundo (15 de febrero de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de febrero de 2013.
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