Por fin tuve el otro día la oportunidad de experimentar en toda su plenitud lo que significa vivir en democracia.
Ya saben ustedes que corresponde a don Winston Churchill el mérito histórico de haber definido la democracia: «Es ese tipo de sociedad en la que, si alguien llama a tu puerta a las 5 de la madrugada, sólo puede ser el lechero».
Ahora me consta que España es una democracia.
Lo sé gracias a Telefónica.
He cambiado recientemente de domicilio y, para desdicha mía, también de número de teléfono. Con la pésima fortuna de que la Compañía me ha asignado el número de teléfono que hasta hace poco correspondía a una cafetería.
De modo y manera que el otro día sonó mi teléfono a las 6 de la mañana (las 5 en el Reino Unido).
Descolgué sobresaltado:
-¿Sí?
Y me salió un menda en tono la mar de familiar:
-Hola, soy Tal, de la lechera Cual. ¿Cómo andas de leche?
Renuncié a expresar el tropel de ideas que me sugirió a esas horas semejante pregunta. Me conformé con sacarle de su error.
El hombre, que no parecía mal tipo, se disculpó muchísimo.
La experiencia sirvió para demostrarme que, en todo caso, la española es ya una democracia plenamente consolidada: sonaba el timbre a las 6 de la mañana; ergo era el lechero.
Está bien que sea el lechero.
Resulta tranquilizador.
Reconforta que ni se te pase por la cabeza que ese timbre que te despierta al alba lo haga sonar la Policía, que viene para llevarte esposado porque eres un maldito rojazo, un masón de mierda o un asqueroso judío. Hemos superado la época en que vivíamos con el alma en vilo, esperando saber «qué quiere esa gente, que llama de madrugada», como en la patética canción de María del Mar Bonet sobre Enrique Ruano, o teniendo miedo «del sonido de un timbre áspero, o de la llave que abre la puerta», que susurraba Lluís Llach en Novembre 72.
Pero, la verdad: tampoco es un ideal que te den la vara a las 6 de la mañana. Aunque sea el lechero.
Tengo un convencimiento: si en este país ya nadie va a buscar a nadie para darle un paseo de madrugada, no es porque los que mandan se hayan vuelto cultos, civilizados y corteses: es, sobre todo, porque los mandados nos hemos vuelto romos e inofensivos. Inocuos.
(Jopé, soy impresentable: ¡para una vez que me había propuesto escribir una columna sin meterme con nadie! Y acabo metiéndome conmigo mismo).
Javier Ortiz. El Mundo (6 de marzo de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de marzo de 2012.
Comentarios
Escrito por: gabriel - paginas web .2012/03/14 13:07:44.803000 GMT+1
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