Perdonad mi retranca, pero sabía que me íbais a castigar con medio centenar de correos sobre lo mal que lo hago todo (en materia informática, al menos).
Estaba seguro, para empezar, de que iba a echárseme encima la brigada ligera pro-Linux. ¡Que ya sé que tenéis razón, leñe! Pero, qué queréis: estoy obligado a trabajar con varios ordenadores, y todos funcionan con Windows. Mi cabeza de señor mayor no da ya para interiorizar y convertir en instintivas órdenes pertenencientes a sistemas operativos diferentes. ¡Pero si aún, después de cuatro años, me sorprendo intentando que mi teclado responda a claves del Edicom 2000, que era el sistema de edición que usaba en El Mundo!
Si alguna vez habéis tratado de alternar la conducción de un coche de cambio manual con la de otro de cambio automático, sabréis de qué os hablo. Sin pensarlo, pisas el embrague para cambiar de marcha, y lo que logras es pegar un frenazo que te cagas. O quieres frenar y aceleras. En Memphis (Tennessee, USA), a la vera de Graceland, la casa de Elvis Presley, un conocido mío consiguió, gracias a esa inadecuación de sus diversos aprendizajes, embestir contra otro vehículo, en el que -también es mala folla- viajaba una embarazada. Me temo que no fue la experiencia más gratificante de su vida.
Otros ha habido que me han proporcionado algunos consejos estimables, pero que ya habían sido probados por mi informático de cabecera, sin éxito. Por ejemplo, la cosa ésa de arrancar con otro disco y poner el viejo a hacer de slave. O, lo que viene a ser lo mismo: poner el disco como secundario en otro ordenador para acceder a sus partes no infectadas. Todo eso lo intentamos, y más aún, pero en ningún caso logramos entrar en el disco averiado. Ni siquiera conseguimos que su presencia física fuera detectada.
No han faltado tampoco los que me han explicado cómo cabía recuperar el disco, aunque se perdiera la información contenida en él. Es lo que finalmente hemos hecho, pero la verdad es que eso me daba un tanto igual, porque el disco estaba en garantía. Lo que me interesaba no era tanto el disco duro como lo que tenía metido en él.
El consejo que más me ha interesado -y admito mi culpa por no haberlo tenido en cuenta antes- es el que se refiere a las ventajas de utilizar un disco duro externo con conexión usb. Un disco de ese tipo permite almacenar a diario en un receptáculo pequeño y manejable toda la información contenida en el disco duro del ordenador base, por así llamarlo. Gracias a él, puedes conservar todo lo que quieres tener archivado, copiarlo a otros ordenadores... Puedes hacer con ello, en suma, lo que te dé la gana. ¿Por qué me he resistido hasta ahora a utilizar ese adminículo? Pues porque, como ya he dicho, trabajo en varios ordenadores y ninguno es el ordenador base. Con lo cual, habré de empezar por unificarlos. En fin, pijadas mías, que ya veré cómo encajo.
Admitidme, de todos modos, que esto del reciclaje informático incesante acaba resultando bastante agotador. Estas máquinas te sirven de mucho, pero tampoco es tontería todo lo que te obligan a servirlas.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (17 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de junio de 2017.
Comentar