Letizia a la una: «¡Hombre, se apellida Ortiz, como tú! ¿Sois familiares?».
Parece que no. Ella es de los Ortiz Rocasolano, de la parte de Asturias, y yo soy de los Ortiz Asecas, primitivamente oriundos -muy primitivamente- de Espinosa de los Monteros, provincia de Burgos. Y, si bien es cierto que los Ortiz de Espinosa repoblamos media España, a Norte y Sur, no hay constancia de que recaláramos en Asturias. Oficialmente, al menos.
Letizia a las dos: «¡Es divorciada! ¿No planteará eso problemas?». No de Derecho Canónico, porque se casó por lo civil, así que puede insistir ahora en ello por la vía eclesial. Pero, formalidades aparte, la Iglesia no puede desconocer que ha sido -y sigue siendo, por lo que parece- una grave pecadora. ¿Qué dirán los ministros legionarios de Cristo, y la legionaria consorte que ejerce de concejala madrileña? ¿Le harán el vacío, como a Álvarez Cascos?
Letizia a las tres: «¿Estará preparada para aguantar impávida cuando el Borbón que le ha tocado en suerte empiece a borbonear? Respuesta: Sí. Si ha soportado a Alfredo Urdaci durante meses, demos por seguro que puede soportar cualquier otra inclemencia.
Pero que no crea que será obligatoriamente reina de España. A su próximo marido le puede ocurrir fácilmente lo que a su primo Charles: que su predecesor aguante, con ayuda de los avances médicos de hoy en día, lo que no está en los papeles, y que, en la larga y aburrida espera, se canse de ella.
¡Cuídate, Letizia, de las Camilas! Y, sobre todo, y así que pasen unos cuantos años: ¡cuida los frenos de tu coche!
Javier Ortiz. Apuntes del natural (2 de noviembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de octubre de 2017.
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