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2001/10/12 06:00:00 GMT+2

¿Legítima defensa?

Abro un ojo a las 11 menos cinco -12 menos cinco en la península--, mal repuesto de una noche toledana a la que mi vi arrastrado por un par de intelectuales desaprensivos con irreprimibles ganas de jolgorio, y hasta de baile (degenerados, en suma).

Conecto la radio. Escucho el boletín informativo de RNE.

Ya está. No me hace falta nada más. Igual que si me hubieran dado un baño de agua fría. Ya estoy más fresco que una lechuga (que una lechuga fresca, obviamente).

Es que acabo de escuchar que han otorgado el premio Nobel de la Paz a Kofi Annan y a la Organización de las Naciones Unidas. «Ah, vale», me digo a mí mismo. «Supongo que el de Medicina se lo darán entonces a Juan Carlos de Borbón, más que nada para seguir dentro de la misma lógica».

Y me levanto.

No me las voy a dar de escandalizado. También Henry Kissinger es Nobel de la Paz. Kissinger: un individuo al que, si en EEUU se aplicaran los parámetros de Derecho Internacional que se han utilizado en Yugoslavia, estaría en la cárcel por criminal de guerra, así fuera sólo por haber ordenado el bombardeo de Camboya en sus tiempos de secretario de Estado. De modo que tampoco puede decirse que Annan deshonre el premio: es imposible deshonrar lo que carece de honra.

Pero tiene bemoles. Y los tiene muy particularmente en estos momentos, cuando don Kofi ni siquiera ha tenido el detalle de plantear un debate sobre las acciones militares norteamericanas en Afganistán dentro del organismo del que es secretario general.

Dice el señor Annan -y lo corean todos los que, como él, se inclinan ante el bastón de mando de Bush- que lo que los EEUU están haciendo responde a un acto de «legítima defensa».

El señor Annan puede ser muchas cosas, pero no un ignorante. Él es jurista y sabe perfectamente que la legítima defensa sólo puede invocarse cuando quien la ejerce está tratando de neutralizar un acto de agresión concreto y específico en el mismo momento en que se produce. Si a mí me asalta un matón por la calle, tengo derecho a defenderme de él. Pero, si el tío se escapa, yo sigo sus rastro durante semanas, finalmente lo encuentro y le doy un garrotazo, lo mío ya no tiene nada que ver con la legítima defensa: eso es, sin más, una venganza. Y la venganza del agraviado no tiene espacio en el Derecho, salvo como delito.

De conformidad con los principios jurídicos comúnmente admitidos (al menos hasta ahora), lo que el secretario general de las Naciones Unidas debería haber hecho es llamar al orden al Gobierno de Washington, comunicarle que no es de ley que el agredido se tome la justicia por su mano y plantear la cuestión ante los organismos competentes de la comunidad internacional.

Pero el señor Annan no ha hecho nada de eso. Y no lo ha hecho porque él sabe muy bien por quién y para qué fue nombrado secretario general de la ONU. Fue nombrado por iniciativa de los EEUU precisamente para que, cuando Washington hace lo que le viene en gana erigiéndose en juez y parte, él se limite a aplaudir.

Ya digo que nada de todo eso me escandaliza: ya lo sabía. Pero me hace gracia que el jurado del Nobel tenga el morro de decir que premia a Annan «por su contribución a crear un mundo mejor organizado y más pacífico». ¡Mejor organizado y más pacífico! ¡Qué gente tan ocurrente!

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (12 de octubre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 14 de junio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/10/12 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: diario 2001 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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