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1994/10/04 07:00:00 GMT+2

Lecciones de ética práctica

Se celebraba el pasado lunes la festividad de los Ángeles Custodios, día de la Policía, y Bibelloch, metido a arengar a sus huestes ministeriales, optó por ponerse en plan filosófico. «Sólo la ética es práctica», les dijo.

Reconozco que me dejó perplejo. Supongo que a los policías también, aunque probablemente por razones diferentes.

La frase es rotunda, desde luego, pero enigmática. ¿«La ética»? ¿A qué ética se refiere? ¿Sólo hay una? ¿Y qué es «lo práctico»? Hechos y objetos son o no son prácticos en función de la finalidad que se persigue. Un martillo es la mar de práctico cuando lo que se quiere es incrustar un clavo en la pared, pero resulta de utilidad más que dudosa cuando uno desea escribir un poema, o viajar a Cuenca.

Belloch hablaba a policías. Los policías -dicho sea por la brava y dejándose de mandangas- tienen una misión doble: que la gente haga lo que está mandado, y al que no lo haga, pillarlo y conseguir que lo confiese. ¿Qué necesitan para lograr eso? Pues armas, porras, esposas, coches, calabozos y cosas así. Etica, desde luego, no. Si la ética -cualquier ética- les fuera de utilidad real, recurrirían a ella por su cuenta. No haría ninguna falta que el biministro Belloch se lo recomendara. Si es necesario encarecer a la Policía que sea buena y respete un cierto número de normas éticas, es precisamente por su conocida y muy persistente tendencia a no hacerlo. Lo cual se explica por una razón muy sencilla: los criterios éticos le estorban.

La reflexión sobre el imperativo ético debe emprenderse por una vía radicalmente opuesta a la sugerida por Bibelloch. Hay que defender la necesidad de someterse a estrictos criterios éticos pese a que ello puede dificultar, o incluso impedir, el logro del fin inmediato perseguido. Es el viejo dilema: la Policía ha detenido a un tío que acaba de colocar una bomba en un lugar en el que hay concentrada una gran multitud; la bomba va a hacer explosión en pocos minutos y el tipo se niega a decir dónde la ha puesto. ¿Es lícito en esas condiciones recurrir a la tortura para que confiese? Lo que Bibelloch tendría que explicar a sus policías es que ni siquiera en un caso así resulta aceptable el recurso a la tortura. Pero el día en que lo logre, la Policía dejará de ser Policía, y él mismo se dará cuenta, además, de que un ministro del Señor X no está en condiciones de dar lecciones de ética a nadie.

Lo que otorga y quita razones en esta vida no es lo práctico, sino la práctica. En la noche del mismo lunes, pocas horas después de que Bibelloch perorara sobre ética, vi desde la ventana de mi casa cómo su Policía dispersaba a porrazos, con saña terrible, a un grupo de personas que se habían concentrado pacíficamente ante la puerta del Auditorio Nacional para protestar por la presencia de los mandamases del FMI en el recinto.

Fue toda una lección práctica de la ética del biministro.

Javier Ortiz. El Mundo (4 de octubre de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 4 de octubre de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1994/10/04 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: policía felipismo belloch 1994 el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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