Leo los muy sentidos lamentos de algunos columnistas por la desaparición provisional de las tertulias de Radio Nacional de España. Lo consideran un atentado a la libertad de expresión.
Me parecen de coña.
Lo primero que convendría que hiciéramos todos es distinguir entre medios privados y públicos. Cosa de la que algunos prescinden.
En un medio privado, quien recibe el encargo de realizar un determinado programa es libre de escoger a los colaboradores que le parezcan mejor (dentro de los límites establecidos por su contrato, se sobreentiende).
No cabe reprocharle que prefiera a éste o deje fuera a aquel.
De acuerdo con ese criterio, yo nunca he puesto el grito en el cielo cuando han prescindido de mí en alguna tertulia -incluso cuando lo han hecho por razones palmariamente ideológicas- y menos aún se me ha ocurrido reprochar a mis compañeros de tertulia que no salieran en mi defensa, aunque yo lo haya hecho por ellos en otras ocasiones, más que nada porque cada uno es como es.
Un medio público tiene que ser diferente. Por fuerza. Por la razón básica de que el propietario de los medios públicos es el conjunto de la ciudadanía.
Si una radio pública organiza una tertulia política, los responsables del programa deben cuidar de que refleje la pluralidad de opiniones existentes en la sociedad.
Todo lo contrario de lo que sucedía en las tertulias de Radio Nacional de España, que no acogían más que a simpatizantes permanentes o circunstanciales del ideario gubernamental. Cuando daban voz a alguien situado en otra onda -que sólo podía ser la del ala más derechista del PSOE-, lo obligaban a estar permanentemente a la defensiva, subrayando sin parar sus muchos puntos de coincidencia con la ideología del PP. No tenían ni un solo contertulio próximo a CiU, al PNV o al BNG. Ni uno sólo tampoco que pudiera dar la cara, llegado el caso, por las posiciones de Izquierda Unida. ¡Qué gran pluralismo! Se dedicaban básicamente a jalearse entre sí.
Dicen ahora que Manuel Antonio Rico -que ha dimitido de su puesto de agitador nocturno en la radio pública... justo unas fechas antes de que lo destituyeran- era un gran paladín de la libertad de expresión. Aún recuerdo la noche de su estreno en el programa: dedicó más de una hora a retransmitir en directo un mitin de Aznar. Lo oía y no me lo creía. Eso sí que fue libertad de expresión.
Me temo que aquellos que se lamentan del punto y aparte de las tertulias de RNE son los que consideran: a) que los medios públicos sólo deben hacerse eco de las opiniones de su bando, y b) que deben hacer lo posible por desprestigiar las demás opiniones.
Aunque quienes las sustenten paguen sus impuestos con tanta o más fidelidad que ellos.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (14 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de mayo de 2017.
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