Estoy hasta las mismísimas narices -por decirlo suavemente- de que los fieles de esa religión que han dado en llamar "la Nueva Economía" nos miren a quienes nos oponemos a ella como a gente absurda y carente de realismo, si es que no directamente imbécil.
Los sumos sacerdotes de uno de sus templos globalizantes, el Banco Mundial, hicieron público ayer un informe sobre la situación de la pobreza a escala planetaria. Según ese informe, más de la mitad de la población mundial subsiste con menos de 400 pesetas por día, y casi una cuarta parte, con menos de 200 pesetas. Uno de cada 100 niños está condenado a morir de hambre antes de cumplir los cinco años y la mitad de la población infantil mundial vive en condiciones paupérrimas.
Pero eso no es lo principal. Lo más grave es que la tendencia apunta a un claro empeoramiento del problema. Estamos peor que hace diez años y vamos hacia una situación aún más grave.
La globalización de la economía y la imposición de reglas de juego que impiden la intervención de los Gobiernos en los procesos económicos están consiguiendo que los países ricos -los ricos de los países ricos- sean cada vez más opulentos, y que los pobres -los pobres de los países pobres- sean cada vez más miserables.
Habrá quien diga: "¡Entonces está claro que la Nueva Economía no sirve!". Falso. Sirve para que los ricos se hagan más ricos. Y como eso es lo que quieren, les sirve a la perfección. Por lo demás, los gurús de la Nueva Economía se niegan a aceptar que el crecimiento de la pobreza tenga nada que ver con la aplicación de sus doctrinas.
Sin embargo, el informe del Banco Mundial recoge otro dato que deja escaso lugar a sus coartadas: desde que entronizaron los dogmas del neoliberalismo tras la caída del Muro, en Rusia y los países del Este la pobreza se ha multiplicado por 20. ¡Por 20!
Pero no seamos injustos con los adalides de la globalización. A ellos no les gusta que haya cada vez más gente que se muere de hambre. Ése es, en todo caso, un efecto no deseado de la Nueva Economía. Ellos preferirían hacerse ricos en medio de la felicidad general. Y les da mucha pena que no sea posible.
Por eso son partidarios de la caridad. Y de las ONGs, por supuesto. Qué buenas son las ONGs, que les permiten dormir tranquilos a un coste verdaderamente asequible.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (13 de septiembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de marzo de 2017.
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