No lo soporto. Probablemente la culpa sea mía, pero es más fuerte que yo: según empiezo a oír otro de sus discursos, me abalanzo sobre el aparato y cambio de emisora. Me pone de los nervios ese aire de estadista que se ha echado, esa solemnidad que se autoconfiere, esa inagotable capacidad que ha adquirido para repetirse a sí mismo y engancharse una y otra vez en las mismas fórmulas: «Y creo que España debe hacer ese esfuerzo y ese sacrificio porque esto, y creo que España debe hacer ese esfuerzo y ese sacrificio porque tal, y creo que España debe hacer ese esfuerzo y ese sacrificio porque cual...». Y así hasta el infinito.
Pero lo que más me saca de quicio es su feracidad en materia de simplezas. Su cerebro -o lo que en su caso haga las veces- es una fábrica de afirmaciones con apariencia de rotundidad irrebatible que, así que uno se para a pensarlas, descubre que no tienen justificación alguna.
Ayer me pilló fregando los platos. En el espacio de tiempo que invertí en aclarar los últimos cacharros, secarme las manos, llegarme a la radio y cambiar de sintonía, tuve ocasión de escucharle dos afirmaciones de este género.
Primera: «O se está con las víctimas [del terrorismo] o se está con los verdugos».
Algo de apariencia muy razonable. Y lo sería realmente, si por «estar con las víctimas» él entendiera solidarizarse con los que padecen y condenar a quienes les hacen sufrir injustamente. Pero qué va. «Estar con las víctimas», para él, significa asumir las posiciones ideológicas de la mayoría de las víctimas, de las que él cree ser el máximo representante. Para él, la solidaridad con las víctimas comporta no sólo una actitud moral, sino también una opción política. En su criterio, uno no puede, por ejemplo, odiar el asesinato de José Luis López de Lacalle y, a la vez, negarse a cantar loas al Foro de Ermua. Según él, si no te apuntas al homenaje a López de Lacalle, convertido en acto de exaltación del Foro de Ermua, no estás con la víctima, sino con el verdugo.
Lo más esperpéntico de esta actitud es que acaban poniéndote a caldo por no estar presente en actos en los que... ¡te ponen a caldo!
Segunda afirmación: «Herri Batasuna es lo mismo, exactamente lo mismo que ETA».
Lo dice, y los asistentes aplauden. ¡Está tan claro!
¿Ah, sí? ¿Tan claro? ¿Y qué hace entonces él, presidente del Gobierno, que no ordena la detención inmediata de todos y cada uno de los militantes de Batasuna bajo la acusación de pertenencia a banda armada?
¿Será tal vez que no puede probarlo? Y si es así, ¿por qué lo afirma? ¿No estaba tan claro?
¿No será que a lo mejor -o a lo peor, tanto me da- las cosas son bastante más complicadas?
Pero él, nada: erre que erre, de simpleza en nadería, de solemnidad hueca en admonición sin fundamento, encantado de haberse conocido. Y tal parece que con razón: por lo menos en estos asuntos, la gran mayoría de los españoles también se dice encantada de conocerlo.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (12 de mayo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 24 de abril de 2017.
Comentar