Vuelvo con Arnaldo Otegi, de renovada actualidad en estos días por la aparición de un libro de entrevistas en profundidad que le han hecho dos periodistas de Gara. Según las reseñas de la obra que he podido leer -el libro todavía no lo he visto-, el dirigente de HB expresa con especial énfasis su esperanza de que el PNV no incurra esta vez, en el hipotético proceso de paz del que tanto se habla, «en los mismos errores que cometió en Txiberta, en Argel y en Lizarra».
No sé a qué errores del PNV se refiere, en concreto, pero lo que más me inquieta de sus declaraciones es que siga empeñado en buscar pajas en los ojos ajenos y no vea las vigas que le hieren los propios. Confío en que se trate de una mera táctica y que, aunque no hable de ello, sea consciente de la necesidad de que ETA, y con ella los sectores de la izquierda abertzale que le son más fieles, se abstenga de caer en los mismos errores que cometió en Txiberta, en Argel y en Lizarra.
En los tres casos que menciona, la dirección de ETA evaluó rematadamente mal la relación de fuerzas y planteó unas bases de acuerdo imposibles. Tal vez incluso indeseables -ésa sería otra discusión-, pero en todo caso imposibles.
En Txiberta, en plena Transición, cuando se supo que iba a haber elecciones -las que acabarían celebrándose el 15 de junio de 1977-, ETA reclamó que ningún partido nacionalista vasco presentara candidaturas en tanto el Gobierno de Madrid no decretara una amnistía total. La consigna de «amnistía total» era entonces clave, sin duda, pero estaba claro, dicho sea brevemente: a) que el Gobierno de Suárez no iba a conceder la amnistía total antes de las elecciones, porque su debilidad no se lo permitía; b) que las elecciones se iban a realizar de todos modos, con o sin presencia del nacionalismo vasco; c) que bastantes partidos, entre ellos el PSOE y el PCE, iban a acudir a las urnas, también en Euskadi; d) que la oportunidad de participar en las elecciones la compartía una amplia mayoría de la sociedad vasca, y e) que, de preconizar el boicot a las elecciones, de éstas podía derivarse la formación de unas instituciones en las que los partidos nacionalistas tuvieran un peso muy inferior al que les correspondía. (Para no perder de vista cuál era el ambiente político de la época tal vez baste con recordar, a modo de grandes pinceladas, que la UCD de Adolfo Suárez fue mayoritaria en Cataluña, y que en Euskal Herria los partidos «españolistas», comprometidos con la reforma de Suárez, obtuvieron el 50% de los votos, aproximadamente.)
En las conversaciones de Argel -que fueron entre ETA y el Gobierno español, mano a mano-, la organización armada volvió a aquilatar mal sus fuerzas y presentó unas exigencias que el Ejecutivo de González ni quería ni podía asumir, con lo que se desperdició otra ocasión importante.
Si de hacer el inventario completo se tratara, aún podrían recordarse más oportunidades frustradas. Por ejemplo, la que propició Pérez Esquivel, en la que se llegó a un acuerdo de tregua fáctica de varios meses -seis, me parece recordar-, que se suponía había de dar paso a un proceso negociador en un país del norte de Europa. ETA rompió aquella tregua por su cuenta, sin que nunca se hayan aclarado del todo las razones (aunque, estando Belloch de por medio, me puedo creer cualquier cosa).
A lo largo de los últimos 30 años, ETA ha hecho siempre lo mismo. Va retrocediendo en la radicalidad de sus exigencias, pero siempre tarde. Cada vez que los golpes recibidos le inducen a avenirse a lo que el enemigo le proponía unos años antes, el acuerdo ha dejado de ser posible, porque el otro ha llegado a la conclusión de que ya no tiene por qué ceder tanto. ETA actúa como esos malos pujadores que acuden a las subastas y se toman tanto tiempo en evaluar cada oferta que, cada vez que finalmente se deciden a aceptar una, el subastador ya ha subido el precio, con lo que, si finalmente acaban comprando, siempre lo hacen tarde y caro.
Yo no soy quién para dar consejos a nadie pero, puestos a hacer en este capítulo un balance serio de las piedras en las que conviene no volver a tropezar, ésta es la que veo más clara: cuanto antes firme ETA, más logrará. Cuanto más tarde, más tendrá que negociar a la baja. Que ella misma decida lo que prefiere.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (10 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de noviembre de 2017.
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