Nos hemos reunido a cenar en petit comité. José Saramago y Pilar del Río, de paso por Madrid, camino de Grecia -¿cuándo descansa esta gente?-, quieren que conozcamos a Carmen Castillo, que prepara un documental de 60 minutos sobre el novelista, por encargo de una productora de televisión de Francia.
Ellos la conocieron en México. Yo sabía de Carmen Castillo sólo de nombre, como autora de un excelentísimo reportaje («La verdadera leyenda del subcomandante Marcos»), emitido en 1995 por el canal franco-alemán Arte. Luego, investigando sobre ella, me enteré de su accidentada biografía. Chilena, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Carmen participó en el tiroteo con las fuerzas pinochetistas en el que fue asesinado su compañero, Miguel Enríquez, dirigente máximo del MIR. Ella misma resultó malherida. Pudo abandonar Chile gracias a la ayuda de la Embajada británica, y se refugió en Francia, donde ha desarrollado una sólida carrera como cineasta y como novelista. Enseguida descubrimos que tenemos amigos comunes.
Cordial, sencilla, va tanteando en la sobremesa por qué caminos podría discurrir su reportaje sobre Saramago. El novelista no quiere una hagiografía al uso. Plantea algunas vías que podrían aproximar a la comprensión de las fuentes de la creación literaria. La conversación entre ellos es apasionante. Me planteo la posibilidad de acompañarlos en el rodaje -tres semanas- para hacer un libro en paralelo al propio reportaje.
-Sobre lo que deberías conseguir que se hiciera un libro, ahora que eres editor -me dice José- es sobre lo que está pasando en México.
Y nos cuenta algo que le dijo un dirigente zapatista cuando estaba ya a punto de dejar México, después de haber asistido a la gran marcha indígena sobre la capital: «No nos olviden».
Él se siente responsable de aquel encargo.
-Les estamos olvidando. Ya no se oye hablar de ellos. Marcos calla, y sus razones tendrá, pero nosotros deberíamos seguir hablando de aquella realidad. No de Marcos. De los zapatistas, de los indígenas, de su tragedia.
Ahondamos entonces en algo que a mí también me preocupa: el olvido. Los grandes medios de comunicación se alimentan de dramas de usar y tirar, convirtiéndolos en espectáculo, pero ¿en qué medida la izquierda -lo que se supone que es la izquierda- no les sigue el juego, organizando solidaridades de usar y tirar? ¿Quién habla ahora mismo del África Negra, que agoniza entre hambrunas, epidemias y guerras de crueldad inaudita? La opinión crítica de Occidente denuncia tal o cual injusticia y moviliza contra ella las fuerzas que puede, pero, así que choca contra la pétrea resistencia de los globalizadores, olvida esa pelea y se pasa a otra. Ruanda, Chechenia, México, Argentina, Afganistán, Irak, Palestina... Los dramas entran y salen de nuestra agenda sin que nada se solucione. Sin que siquiera hayan entrado en una vía de posible solución.
-Leí el otro día que en el mundo actual hay medio centenar de guerras activas -le comento a José, despidiéndonos ya-. Y ¿quieres que te diga la verdad? No creo que fuera capaz de citar más de una docena de ellas.
Asiente.
-No somos un grupo muy optimista, ¿eh? -bromea alguien.
-No es cosa nuestra. Es que el mundo está como está -concluye José.
Charo, mi hija Ane y yo acompañamos a Carmen hasta su hotel. Nos despide con mucho cariño. Ha sido estupendo conocerla.
Siempre lo he dicho: lo mejor del viaje a Itaca es la compañía que encuentras en el camino.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (18 de mayo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de abril de 2017.
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