Vengo explicando desde hace meses que lo mejor que puede sucedernos en las próximas elecciones es que el PSOE pierda. Lo he razonado por activa, por pasiva e incluso por perifrástica, argumentando que la derrota del PSOE, por convenir, le conviene hasta al propio PSOE: un buen batacazo animaría a sus militantes a reflexionar, y de esa reflexión podría deducirse una positiva renovación del partido y un saludable pase a la reserva de sus actuales dirigentes.
Así pues, tengo claro lo que no hay que hacer: no hay que votar al PSOE. Pero eso no resuelve por completo el problema. Porque, tras decidir lo que no se hace, es forzoso pasar a examinar qué se hace. La cosa no entraña la menor dificultad para aquéllos que se identifican con el programa del PP, de IU, del PNV, de CiU, del PA o de cualquier otro partido: le dan su voto a ese partido y santas pascuas. Pero, ¿qué decisión pueden adoptar quienes, considerando imprescindible desalojar al PSOE del Gobierno, o al menos de la mayoría absoluta, no están de acuerdo con ningún otro partido? La solución clásica -la abstención o el voto en blanco- no vale en este caso, porque puede beneficiar al PSOE. ¿Qué hacer, entonces?
Hay otra amarga duda que no dejará de asaltar a quienes, hostiles al PSOE, no ven con mejores ojos al PP: ayudar a que el uno se vaya ¿no equivale a contribuir a que venga el otro?
Sólo hay un modo de dilucidar estas dudas: que cada cual vuelva al inicio de la reflexión y se pregunte hasta qué punto cree imprescindible derrotar al PSOE. Si considera que eso es lo más importante, deberá admitir que lo demás es secundario. Resígnese: en política, todo es decidir qué ensucia menos las manos, y dar el voto a un partido no implica venderle el alma.
¿No lo cree? Resígnese entonces a que el PSOE saque otra vez partido -y gobierno- de sus escrúpulos.
Javier Ortiz. El Mundo (10 de enero de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de enero de 2012.
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