Ya se sabe que hay dos Españas para todo, y no sólo las de Machado. Por haber, hay incluso las dos Españas del «¡Viva España!» y el «¡Abajo España!», y la España de quienes se la toman muy a pecho y la de quienes se limitan a constatar distraídamente que nacieron en ella porque sus padres pasaban por allí.
Hoy tomo prestada a Felipe González su gracieta y reparo en la existencia de una España pública y otra España publicada.
Según me he levantado de la cama y he ingerido el café correspondiente, me he puesto a ojear la Prensa del día. Todos los periódicos importantes (y la práctica totalidad de los de medio pelo en los que he reparado) hacen campaña en pro del sí en el referéndum de mañana. Las cadenas de televisión y de radio tampoco han mostrado ninguna debilidad al respecto, hasta el punto de que en algunas de financiación pública los curritos han llegado a mosquearse y han retirado su firma a determinadas crónicas de subido partidismo inducido.
Cualquier observador poco experto que pasara hoy por estos pagos y tratara de deducir las inclinaciones políticas de la ciudadanía a partir de lo que reflejan los medios de Prensa, concluiría sin vacilar que el «sí» va a arrasar en el referéndum de mañana. Le valdría con mirar el título de los editoriales de los principales periódicos, incluidos los más rivales. «Por el "Sí"», reza el de El País. «Un "Sí" al avance de Europa», reclama el de El Mundo. Y los demás, a su zaga.
Sin embargo, casi todos sospechamos que, pidan lo que pidan los grandes medios de comunicación y los principales partidos políticos, una parte muy sustancial del electorado español va a hacer mañana cualquiera de las dos cosas que le reclaman sin parar que no haga: abstenerse o votar «No». De hecho, el temor principal del establishment español es en este momento que los síes que se depositen en las urnas dentro de escasas horas sean menos numerosos que las abstenciones y los votos negativos.
Tengo amigos muy amigos que se declaran preocupados por esa posibilidad y por el riesgo de que, si el referéndum de mañana se convierte en un fiasco para quienes lo han organizado, España se convierta en un referente del antieuropeismo. Yo les respondo que España ha sido en los últimos años un ejemplo acabado de un europeísmo ignorante, temeroso y, en no poca medida, papanatas. Ignorante, porque defendía la idea de «Europa» como un fetiche, sin conciencia precisa del modelo que en cada momento se estaba siguiendo para promover la construcción europea. Temeroso, porque buscaba el abrigo de «Europa» frente a los peligros del involucionismo franquista, sin darse cuenta de que el franquismo, como tal -no el reaccionarismo ultra, perfectamente viable dentro de la Unión Europea actual-, es ya una mera reliquia del pasado, sin posibilidades de volver a cuajar. Y papanatas, porque piensa en «Europa» como en una especie de nuevo Eldorado, sin asumir que ya no estamos refiriéndonos a la Europa privilegiada de hace unos años sino a una Europa en la que van a cobrar cada vez más peso cuantitativo y cualitativo poblaciones desprovistas de tradición democrática, en las que la barbarie de Bush cuenta con gran predicamento y víctimas de realidades económicas poco estructuradas y muy necesitadas.
La batalla que tenemos planteada no enfrenta a europeístas y antieuropeístas. Esa polémica está ya más que superada. Quienes disputamos ahora somos, de un lado, los partidarios de una Europa dispuesta a caminar hacia metas de más independencia, más poder y más rigor frente a la Gran Potencia que queda, y, del otro, los que se conforman con una Europa light, pusilánime, ensimismada en sus asuntos de aranceles, velos en las escuelas y tipos de interés hipotecario.
Con relación a esa gran disputa, el referéndum español de mañana no es más que una anécdota. Pero conviene ir tomando posiciones. Y que quienes tratan de darnos gato por liebre vean que por lo menos algunos nos hemos dado cuenta de la estafa.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (19 de febrero de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de noviembre de 2017.
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