Ni sé cuántos años hace ya que no intercambio ideas y diatribas con José Ignacio Lacasta, el buen pensador y catedrático navarro afincado en Zaragoza. Leo ahora su último libro, España uniforme, y compruebo satisfecho que, cada uno por nuestra cuenta, desde nuestas diferentes perspectivas geográficas y profesionales, hemos ido juzgando los sucesos de la vida política de este país con similar espíritu, sacando muy parecidas conclusiones.
Qué quieren: incluso en el viaje hacia la marginalidad se agradece la buena compañía.
No voy a glosar hoy aquí el hilo conductor del libro de Lacasta, que no es otro que la crítica radical de la intelectualidad orgánica que se dedica a cultivar -y a cosechar- el ideario nacionalista excluyente español. Vengo dedicándome a esa misma crítica desde hace años, con éxito que probablemente no será muy diferente al que obtenga él (o sea, más bien escaso), de modo que festejar sus ideas me resulta hasta impúdico: estando de acuerdo con ellas, elogiarlas no pasa de ser una forma de piropear las mías.
A cambio, quisiera resaltar un pasaje de su obra, relativamente lateral, que no se refiere a ninguna conclusión del pensamiento, sino a la manera de afrontar la tarea de pensar y, más en concreto, la de pensar la crítica del pensamiento ajeno. Se queja Lacasta de la manía que tienen los ideólogos oficiales del pensamiento centralmente correcto de suponer intenciones subrepticias a sus rivales (a los nacionalistas periféricos, muy en especial) y de juzgarlos no por lo que éstos hacen y dicen, sino por lo que ellos saben que piensan y desean en realidad.
Escribe José Ignacio Lacasta: «Un intelectual ha de criticar lo que se dice y lo que se hace; y hasta los desfases incoherentes entre las dos operaciones de actuar y hablar o escribir. Pero, a lo que no debe dedicarse, so riesgo de abandonar con ello su propia honestidad, es a juzgar intenciones». Y cita a Miguel de Unamuno, un santo que no es de mi devoción, pero que en esto afinó: «Nada más menguado que el hombre cuando se pone a suponer intenciones ajenas».
¡Cuánto mejoraría la política española si una ley -no escrita, a poder ser- prohibiera descalificar a alguien por lo que se le supone, y obligara a los críticos a ceñirse a lo que el criticado hace o dice, sin añadidos ni sustracciones!
Quisiera que así fuera, sí, pero por rigor, no por condescendencia. De hecho, el examen frío de las palabras y los actos de los demás me incita por lo general más a la severidad que a la benevolencia: sé que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones.
Javier Ortiz. El Mundo (17 de marzo de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de mayo de 2009.
Comentarios
Escrito por: EDDIE.2009/05/08 13:16:32.656000 GMT+2
Es una pena que a las elecciones europeas la izquierda se presente dividida en tantas candidaturas:
1. PSOE.
2. IU (que se ha partido en varios pedazos a lo largo de los últimos años).
3. Izquierda Anticapitalista (gente exIU de la corriente trotskista Espacio Alternativo).
4. Iniciativa Internacionalista (gente exIU de Corriente Roja junto a gente de HB e Izquierda Castellana).
5. PCPE (marxistas-leninistas exIU).
Se necesita unidad. Errores:
El PSOE: no tiende puentes hacia su izquierda.
IU: cada vez se parte en más cachitos.
Escrito por: jukiy.2009/05/08 22:37:21.997000 GMT+2