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2004/12/17 06:00:00 GMT+1

Lágrimas, sin más

Mucho se ha hablado sobre las lágrimas que se le escaparon el miércoles pasado a la portavoz de la Asociación de Afectados, Pilar Manjón, cuando intervino ante la Comisión Parlamentaria de Investigación sobre el 11-M. Ella misma sacó a relucir el asunto, cuando dijo que se disculpó ante sus compañeros una vez finalizado el acto, porque les había prometido que no lloraría y fue incapaz de cumplir su promesa.

No han sido las lágrimas de la señora Manjón las únicas que han brotado ante esa Comisión. Fueron también muy comentadas hace escasas semanas las que se le escaparon a un general de la Guardia Civil con mando en Asturias.

Es curiosa la fijación que tiene nuestra sociedad con las lágrimas, y lo mal que las lleva. No sabe cómo administrarlas.

En realidad, llorar no es más que un modo de exteriorizar una emoción. Una vez que la emoción existe y es de dominio público, ¿por qué quien la siente no va a poder manifestarla mediante unas cuantas lágrimas liberadoras? Una llantina larga, abundante y cargada de hipos puede resultar problemática, no digo yo que no, sobre todo si quien la experimenta se halla en una tribuna pública o en una reunión y los demás tienen que esperar a que se calme para seguir con el orden del día previsto, pero un ataque de risa incontrolada e histérica puede acabar teniendo efectos prácticos igual de enojosos. En todo caso, las lágrimas de doña Pilar Manjón fueron pocas, comedidas y dignas. Orgullosas, incluso.

Una de las razones por las que muchos llevan mal que alguien llore en su presencia es que consideran que las lágrimas someten a los demás a un chantaje emocional que impide hablar serenamente de las cosas. Dan por hecho que quien llora no acepta que se le diga nada que pueda molestarle. Y también que no cabe criticar -y aún menos echar un chorreo- a alguien que está llorando. No es así. Yo no creo ni que las lágrimas nublen obligatoriamente las entendederas ni tampoco que quien llore merezca necesariamente lástima. Las lágrimas pueden expresar muchos tipos de pena, incluyendo algunas penas muy poco merecedoras de solidaridad. Recuerdo a un ministro de Franco al que se le saltaron las lágrimas porque unas gentes a las que había hecho polvo con sus tropelías no le quisieron saludar y le dieron la espalda. Sintió su ego herido. Puedo asegurar que su congoja me conmovió bien poco. Tampoco me afligen nada las lágrimas de Fraga, que últimamente es incapaz ni de dar la hora sin que se le quiebre la voz. Más bien me resulta irritante.

En cambio, el alegato que lanzó el pasado miércoles Pilar Manjón me conmovió de verdad. Pero no porque ella estuviera emocionada, sino porque sus argumentos fueron directa, radical y profundamente emocionantes. Me conmovió su razón.

Sus lágrimas ni me estorbaron ni me convencieron. Las tomé como manifestación de un estado de ánimo comprensible. Sin más.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (17 de diciembre de 2004) y El Mundo (18 de diciembre de 2004). Hemos publicado la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 22 de diciembre de 2009.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/12/17 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: españa 11m madrid apuntes franco lágrimas fraga pilar_manjón 2004 antología el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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