Aznar ha reclamado con gran pasión en los foros comunitarios que los Estados de la UE supriman de sus legislaciones el derecho de asilo para los ciudadanos de los Quince. El argumento al que recurre es simple: dado que los países de la UE son democráticos y que en los países democráticos no existe persecución por motivos políticos, un Estado de la UE no debe conceder asilo a un ciudadano procedente de otro Estado miembro, porque sólo puede ser un delincuente común.
Muy simple. Demasiado.
Que un Estado sea democrático no convierte en justas todas sus acciones. En rigor, ningún Estado es democrático. Quiero decir al cien por cien. Y el hecho de que celebre de tanto en tanto elecciones libres no certifica que sus políticos electos respeten siempre escrupulosamente las libertades democráticas. La democracia no imprime carácter. Los GAL, verbi gratia, no resultaron muy democráticos, que se diga.
Pero no hablemos de España. Pongamos el caso de Gran Bretaña. La experiencia demuestra que, en ciertas ocasiones -pocas, sin duda, pero no por ello menos terribles para las víctimas-, sus tribunales imponen durísimas sentencias sin base probatoria demasiado sólida. Recordemos el caso de los seis de Birmingham y el de los cuatro de Guildford. Fueron condenados como autores de sendos atentados del IRA en los que, en realidad, no habían participado. Unos se pasaron 16 años en prisión; los otros, 14. Hace pocos meses, la Justicia británica ha reconocido otro error y ha puesto en libertad a tres ciudadanos que llevaban en prisión... 18 años de nada.
El Reino Unido es un Estado democrático. Pero le ocurren a veces cosas muy raras, como se ve.
También la RFA es un Estado democrático. Pero el muy sorprendente modo en que se le suicidaron todos los presos de la llamada banda Baader-Meinhof tuvo un aire realmente sospechoso.
¿Y Francia? Pues lo mismo. Recordemos la voladura en Nueva Zelanda de uno de los barcos de Greenpeace, el Rainbow Warrior, hazaña que causó un muerto y que realizaron los servicios secretos galos por orden de su ministro de Defensa, Charles Hernu, que luego resultó que había sido también un poquitín espía de la URSS.
Las cosas son más complejas de lo que algunos pretenden. Que un Estado pueda ser considerado democrático no quiere decir que todos sus actos estén ungidos de gracia santa. No es malo que cada Estado de la UE se reserve el derecho a no colaborar con los demás al cien por cien y a ciegas. Así lo han pensado algunos, y han hecho bien.
El Estado de Derecho es un modo de organizar la desconfianza: de los ciudadanos hacia los poderes públicos, de cada poder público con respecto a los otros... y también de cada Estado hacia los demás.
En política -no sólo en política, pero sobre todo en política-, los excesos de confianza son muy arriesgados. Tomar precaucaciones evita muchos arrepentimientos.
Javier Ortiz. El Mundo (18 de junio de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de abril de 2013.
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