Donald Rumsfeld, secretario de Estado norteamericano, restó ayer importancia a los pronunciamientos autonomistas de Alemania y Francia con respecto a la perspectiva de guerra en Irak. Dijo que esos dos países «representan a la vieja Europa», pero que otros muchos estados europeos son favorables a las posiciones de Washington.
Rumsfeld debe de creer que se habla de «la vieja Europa» para distinguirla de otra, que sería la nueva. El secretario de Estado no parece muy puesto en materia de figuras literarias. No sabe que se habla de «la vieja Europa» del mismo modo que de «la blanca luna» o del «ardiente sol». Toda Europa es la vieja Europa.
Y, efectivamente, Schröder y Chirac están representando a la vieja Europa bastante mejor que otros dirigentes igualmente europeos, como Blair, Berlusconi... y Aznar. Basta con constatar la poderosa corriente de simpatía que han suscitado a escala continental las declaraciones franco-alemanas en contra del belicismo de Bush para darse cuenta de que la opinión pública europea está decididamente de ese lado. Pero también cabría llegar a la misma conclusión por la vía contraria: viendo con qué falta de entusiasmo defienden su servilismo quienes han optado por el amén a Bush. El caso de Aznar es espectacular: ¡ni siquiera se atreve a subir a la tribuna del Congreso de los Diputados a defender su alineamiento! Sabe que tres cuartas partes del electorado español rechaza su belicismo y no quiere asociar su imagen a esa posición impopular.
Entonces envía a Ana Palacio. Qué pena de personaje. Por no tener, no tiene ni las tablas necesarias para salirse por peteneras. Cuando ayer le hicieron ver la flagrante divergencia en que se encuentra el Gobierno español con respecto a los países punteros de la Unión Europea, Alemania y Francia, no se le ocurrió mejor cosa que decir que la UE carece de una política exterior y de Defensa común. En vez de alegar que Bruselas se rige por normas bien definidas, entre las que no figura la sumisión al eje franco-alemán... ¡se ampara en lo que todo el mundo en Europa considera una grave carencia, como es la ausencia de una política exterior continental mínimamente coordinada!
Aznar definió ya hace un mes cuál es la política española al respecto: ninguna. Se fue hasta Washington para decirlo: ni hay ni puede haber divergencia alguna del Gobierno de Madrid con respecto al de George Bush, por la sencilla razón de que el Gobierno de Madrid suscribe no ya lo que hace el de Bush, sino lo que haga, sea lo que sea.
Con una actitud así, está claro que Aznar no puede representar a «la vieja Europa». Ni a nadie.
Renuncia a representar. Se limita a obedecer.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (23 de enero de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de febrero de 2017.
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