No muy animado a escribir de nuevo sobre las votaciones para la elección de presidente del Parlamento vasco, en las que casi todo el mundo está sacando a relucir sus vergüenzas -todavía estoy bajo los efectos del anuncio de EHAK, que ha dicho que podría llegar a votar a favor de un candidato del PSE que supiera euskara-, y sin demasiadas ganas tampoco de analizar el deambular patético de Fernando Savater, ahora convertido en confidente de Rodríguez Zapatero y en relator/delator de sus confidencias, vuelvo a chotearme un rato analizando el resultado de la votación del último Festival de la Canción de Eurovisión.
Porque ayer me dejé en el tintero aspectos esenciales de ese magno proceso músico-electoral.
Comenté la victoria de la canción representante de Grecia. Pero no mencioné qué estados quedaron en la cola: 21º, España; 22º, Reino Unido; 23º, Francia; 24º, Alemania. Si se cuenta con que Italia y los tres estados del Benelux ni siquiera estuvieron presentes, constatamos que fue todo el bloque más poderoso de la UE el que quedó o fuera del tren o relegado al furgón de cola. El retrato cobró trazos aún más gruesos al haber resultado también eliminados varios bastiones de la música autóctona europea, como son Irlanda, Portugal y Austria.
La situación que se creó en el Palacio de los Deportes de Kiev mueve a preguntarse en qué medida no se trata de una alegoría de los problemas que está creando -y que va a acentuar, sin duda- la ampliación de la UE por el este. Cada vez están teniendo una mayor y más determinante presencia los estados procedentes de la desintegración de la vieja Yugoslavia y del no menos desintegrado Pacto de Varsovia, que son, en su gran mayoría, estados fascinados por el modelo estadounidense en todas sus vertientes, desde la cultural hasta la militar.
Esta derrota simbólica de la vieja Europa en el campo de Marte de la música habría tenido su punto de honor si se hubiera producido en la defensa de algún valor cultural de los muchos que quedaron ausentes en ese horror de Festival. Pero quiá. Ignoro qué canciones intentaron presentar los estados eurooccidentales que no llegaron a la final, pero los que sí llegaron plantearon el combate en el mismo terreno yermo que todos los demás, incluido ese estado tan europeo que se llama Israel y que se hizo representar por una cantante que, quizá para dar ejemplo de sobriedad presupuestaria, se hizo el vestido con una cortina del salón de su casa, estampada con grandes floripondios.
El caso más sintomático fue el de la Televisión Francesa que, en su empeño por aparecer políticamente correcta, sacó un coro tan multirracial que más parecía un anuncio de United Colors of Benetton, y presentó una canción cuyos dudosos aires navegaban entre los continentes cual chalupa a la deriva, sin saber en qué puerto recalar.
Menos mal que no se encontró con el de Ítaca. Seguro que ahora hay allí una base naval norteamericana.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (23 de mayo de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de octubre de 2017.
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