El presidente de Castilla-La Mancha ha terciado en el cruce de declaraciones que se ha producido entre Pasqual Maragall y Esperanza Aguirre. Maragall se refirió al «déficit fiscal» que padece Cataluña y a la necesidad de corregirlo y Esperanza Aguirre replicó que la Comunidad de Madrid aporta mucho más que Cataluña a las arcas del Estado.
José Bono afirmó ayer que las declaraciones de ambos le producen «tristeza», porque es de justicia que las comunidades más ricas aporten más, en aras de la solidaridad.
Bono es de un jesuitismo sin casi parangón en la política española. Sólo Mayor Oreja puede rivalizar con él en el uso de esa técnica que consiste en presentar con aire angelical las posiciones más hipócritas y falsas.
La primera maldad de Bono pasa por el trato de equidistancia que da a lo dicho por Maragall y por Aguirre, como si él no perteneciera al mismo partido que el primero.
¿Por qué lo hace? Porque sabe -como todo el mundo, en realidad- que el PSOE va a perder las próximas elecciones y que eso forzará la dimisión de Zapatero y un cambio importante en la dirección del partido. Él aspira desde hace años a hacerse con la Secretaría General. Pero teme que Maragall, tras su rocambolesca llegada a la Presidencia de la Generalitat, pueda erigirse en referente del conjunto de tendencias existentes en el PSOE que creen que su partido no podrá volver a coger carrerilla electoral hasta que redefina sus señas de identidad, alejándose del estilo derechista y ferozmente antinacionalista en el que está instalado desde hace años.
Hay que considerar ese telón de fondo para entender los ataques jesuíticos que lanza contra Maragall.
No sólo jesuíticos, sino también falsarios, como decía antes.
Bono miente por partida doble. En primer lugar, porque sabe de sobra que Maragall no niega que las comunidades más prósperas del territorio estatal -Cataluña incluida, por supuesto- deben aportar más al erario, de modo que las comunidades con menos ingresos puedan tener infraestructuras y servicios públicos dignos. Maragall no está en contra del principio de solidaridad interterritorial. Lo que dice -y eso es lo que hay que discutir- es que Cataluña aporta por encima de lo que le correspondería si se le aplicaran los mismos criterios que rigen para otras comunidades. Que si tuviera su propia Agencia Tributaria y pactara con las autoridades centrales el pago de un cupo anual, al modo de los territorios forales, saldría mejor librada.
En segundo término, Bono sabe también perfectamente que Esperanza Aguirre hace una trampa burdísima cuando habla de lo que la Comunidad de Madrid paga a la Hacienda del Estado. Porque, a estos efectos, la Comunidad de Madrid no es la Comunidad de Madrid, sino el lugar en donde se halla la capital del Estado, en la que, por razones prácticas, muchísimas e importantísimas empresas tienen su domicilio fiscal, al margen de que buena parte de sus beneficios los obtengan a cientos de kilómetros. Hay empresas foráneas que tributan en Madrid y hay, sobre todo, empresas de ámbito estatal -bancos, hipermercados, grandes almacenes- que hacen sus cuentas generales en Madrid. Por decirlo brevemente: no cabe confundir lo que se tributa en Madrid con lo que tributa la población de Madrid.
Todo esto lo sabe Bono cuando pone en el mismo plano las palabras de Maragall y Aguirre. Pero hace como que no para mejor ejercer de demagogo.
Si yo fuera como él, diría que su actitud me produce tristeza. Pero no es cierto. En realidad me cabrea.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (28 de diciembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de mayo de 2017.
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