Europa -dicen- «gira a la izquierda». Y aportan una prueba irrefutable: Gerhard Schröder ha ganado las elecciones en Alemania.
Veo al futuro canciller de la RFA en una fotografía, sonriente. Junto a él su esposa dibuja con los dedos el signo de la victoria. Detrás, un gran cartel reza: «El nuevo centro».
A ver si nos aclaramos: ¿es de izquierda este Schröder, o es de centro? Digo yo que, si él mismo proclama que lo suyo es el centro, algún caso se le debería hacer, ¿no? Porque una cosa es que se nos trate de rollistas a quienes sostenemos que la mayoría de los políticos que se dicen de izquierda no lo son ni por el forro, y otra que se sitúe en la izquierda a empellones a quien ni siquiera pretende ocupar un lugar en ese espacio.
Schröder afirma -confiesa- que es un profundo admirador de Bill Clinton. Como Tony Blair. A ambos les incomoda que se les llame de izquierda. Prefieren aparecer como adalides de eso que llaman la tercera vía. La tercera vía es un curioso invento, muy propio de este fin de siglo. Consiste básicamente en hacer la misma política que la derecha, pero compungidamente. Los de la tercera vía te dejan en el paro, igual que los otros, pero te dicen que te acompañan en el sentimiento, y además se montan un gran simposio interdisciplinar sobre El influjo del desempleo estructural en las disfunciones psicopatológicas en la Europa avanzada porque ellos no son como los políticos de la derecha. Ellos tienen sensibilidad.
Quien más cabreado está con la tercera vía esta de Blair, Schröder y compañía es Felipe González. No me extraña. Estaba él de lo más ufano porque la Internacional Socialista le había encargado que pusiera al día sus presupuestos ideológicos, y llegan estos y lo dejan de lado, como si desconfiaran de su capacidad de producción teórica. Pero eso no es lo peor. Más grave que dejarlo tirado es que lo hayan hecho para promover una política que proclama que va a acabar con los excesos del modelo que él y los de su quinta pusieron en práctica cuando estuvieron en el poder. ¡«El nuevo centro»! ¡Y que sea con semejante etiqueta blandengue con la que le enmiendan la plana y lo mandan al trastero de la Historia!
Para más inri, estos del nuevo centro han acordado formar Gobierno con Los Verdes. Vamos, como si él hubiera pactado con Julio Anguita, en vez de hacerlo con Jordi Pujol, que es como Kohl, pero a escala.
La verdad no tiene nada que ver con eso, desde luego: ni Schröder es menos derechista que él -por ahí se andan- ni Los Verdes son peligrosos izquierdistas radicales: ya han tragado con la OTAN -por coherencia pacifista, se supone- y tragarán con todo lo que haga falta, porque están locos por tener un par de ministerios. Pero para alguien como Felipe González, que vive de su imagen y en función de ella, todo esto de la tercera vía, en la que no le dejan ni arte ni parte, es un perfecto desastre. Otro más.
Javier Ortiz. El Mundo (30 de septiembre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de mayo de 2013.
Comentar