Un prolongado e intenso conocimiento profesional de los sondeos de opinión -que no encuestas- me mueve a mirar con hondo escepticismo sus resultados. No pretendo que estén movidos por el expreso deseo de engañar a la opinión pública, pero sí que se mueven con demasiada frecuencia entre márgenes de error exageradamente altos. Y que sus confeccionadores no suelen ser por entero ajenos, ni mucho menos, a los deseos e inclinaciones de las empresas que los financian.
Dicho lo cual, los resultados del sondeo de Sigma Dos que hoy publica El Mundo tampoco me extrañan demasiado. Hace tiempo que pienso que la actual línea pactista del PSOE está ayudando a la consolidación personal de Rodríguez Zapatero -el ciudadano medio lo ve ya como un político sensato--, pero no contribuye en nada a la mejora de las expectativas electorales de su partido: como quiera que lo que dice apenas se diferencia de lo que hace el PP, el electorado mayoritario no ve qué ventajas particulares podría aportar su triunfo sobre Aznar. Se le propone que cambie de pájaro sin ni siquiera tentarlo con el consabido ciento volando.
Tampoco me sorprende que Rodrigo Rato sea el único dirigente del PP al que la opinión pública asigne talla suficiente para sustituir a Aznar en la Moncloa. Probablemente, lo que más refuerza la imagen de Rato como sucesor es su negativa a postularse como tal.
Aznar está haciendo desesperados intentos para salvar a Mayor Oreja de la quema, pero el objetivo le excede: el terremoto de las elecciones vascas ha acumulado demasiados cascotes sobre el prestigio del ex ministro, cuya ingente capacidad de error ha quedado demasiado en evidencia.
El resto de los que se creen capacitados para el cargo -Arenas y Zaplana, en particular-- no consiguen convencer de sus posibilidades ni a los más allegados.
Así que sólo puede ser Rato. Pero Rato no quiere ser. Y no quiere serlo no porque su modestia o su falta de pasión política se lo impida, sino porque sabe que no puede serlo. Es consciente de que hay algo hay en su persona, pasado o presente, que podría aflorar y estallarle en las narices si se propusiera tan altas metas.
¿Qué? Varias cosas, posiblemente. Yo me sé de alguna, que no tengo la menor intención de utilizar en la contienda política, porque no me parece ni que sea de interés general ni que tenga trascendencia alguna. Pero yo no soy votante del PP.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (24 de junio de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de mayo de 2017.
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