Comprendo perfectamente la sed de venganza de quienes penan en Euskadi su vida de políticos amenazados. La papeleta que tienen que asumir a diario los responsables del PP y el PSE, sobre todo en los pueblos, es tremenda. Trato de imaginar lo terrible que tiene que ser acostarse cada noche sin saber si el día transcurrido ha sido el último de tu existencia. Consciente de que te han juzgado sin derecho a defensa, acusándote de cargos estrictamente ideológicos, y de que te han impuesto una condena a muerte frente a la que careces de derecho de apelación.
Qué horror de vida, encerrado en ese corredor de la muerte sin barrotes, pensando siempre en... el día menos pensado. Y, entretanto, los insultos por la calle, el coche quemado, las pintadas en la puerta de casa, la amenaza que se extiende a los tuyos... En esas condiciones, ¿cómo no desear que quienes te someten a ese suplicio -y quienes los rodean, y quienes les sonríen como si no pasara nada- prueben siquiera sea un poco de su propia medicina?
Entiendo -claro que entiendo- la ira desbordada de los amenazados, asediados por quienes son incapaces de asumir algo tan elemental y tan evidente como que la sociedad vasca es plural.
Pero la Justicia es otra cosa. La Justicia no puede actuar movida por ningún ansia incontenible de venganza. La Justicia no debe tener «un par». La Justicia debe ceñirse a la aplicación estricta y desapasionada de la ley.
Resulta demasiado llamativo que el mismo fiscal que reprende paternalmente a un instructor porque, a su juicio, «confunde la meras sospechas con los indicios», incite a otro a tomar las más severas medidas -formalmente provisionales, pero de efectos irreversibles- contra un partido al que sólo es capaz de relacionar con la causa de manera genérica, apelando a la comunidad de intereses políticos que lo vinculan con los imputados.
Y el juez le hace caso, y casi todo el mundo aplaude con alborozo. ¿Por el rigor jurídico de lo actuado? Desde luego que no: el auto de Garzón es una perfecta chapuza, semejante a las tantas que la anterior Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, hoy ya convenientemente purgada, le echó para atrás, una tras otra.
Lo aplauden porque satisface sus deseos de venganza.
Un planteamiento jurídico problemático, que responde a un planteamiento político insensato. ¿Qué esperan lograr ampliando más y más el campo de los acusados, amalgamándolo todo, metiendo en el mismo saco penal a los autores materiales, los colaboradores circunstanciales y los parientes ideológicos, cercanos o lejanos?
Lo único que van a obtener por esa vía, mucho me temo, es que las ansias de venganza -todas- no encuentren jamás el modo de saciarse.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (5 de julio de 2002) y El Mundo (6 de julio de 2002). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 6 de junio de 2017.
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