Han hecho falta años y años de broncas y más broncas, todas con fecha y escenario fijo -15 de agosto por la tarde, en el Bulevar y la Parte Vieja donostiarras- para que un político reparara por fin en lo obvio: la procesión de La Salve es absurda. El feliz hallazgo corresponde al alcalde de mi pueblo, el elorcista Odón Elorza, que la calificó ayer de «anacronismo». Bien por don Odón. Se habrá quedado calvo también detrás de la oreja.
No sé si valdrá la pena pegarse por algo en esta vida, pero no desde luego por una procesión cívico-religiosa. A decir verdad, yo me he pegado durante mucho tiempo -en sentido figurado: no tengo media bofetada- por todo lo contrario: me parece fatal mezclar lo cívico con lo religioso. Más que nada por el aquél de que el Estado laico sea laico. ¿A cuento de qué la ofrenda anual de España al apóstol Santiago? ¿Qué diablos pintan las autoridades políticas en el Corpus toledano? ¿Y las pamplonesas en el Riau-Riau?
Cuando un edil bilbaíno propuso allá por los años 20 que la capital vizcaína entronizara el Sagrado Corazón de Jesús, Indalecio Prieto, que ejercía a la sazón de político por aquellos lares, se opuso radicalmente: alegó que nunca rendiría honores a una víscera. Muchos lo tomaron como una falta de respeto. Pero la falta de respeto estaba en la propuesta. Las creencias religiosas, en una sociedad laica, deben quedar fuera de la vida política oficial. A ver si de una vez se entiende que resulta tan criticable violentar las creencias como herir las no-creencias.
Que no haya procesión de La Salve. Y si, de paso que se acaba con esa absurda mezcla itinerante de políticos y eclesiásticos, se evita una trifulca, pues miel sobre hojuelas.
Javier Ortiz. El Mundo (12 de agosto de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de agosto de 2011.
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Escrito por: borja.2011/08/11 22:24:28.439000 GMT+2