Ahora que algunos tanto peroran, a propósito del hipotético «final dialogado» a la violencia de ETA, sobre lo horrible que les parecería que algunos crímenes políticos quedaran sin completo castigo, no resulta ocioso recordar, una vez más, que el paso del régimen franquista a la democracia parlamentaria -la llamada Transición- se realizó en España sobre la renuncia de los principales partidos a reclamar que fueran debidamente enjuiciados los crímenes cometidos por quienes habían impuesto al pueblo español una sangrienta y humillante dictadura que duró la friolera de cuatro décadas. Con la circunstancia añadida de que no sólo les eximieron de toda responsabilidad penal, sino que incluso les otorgaron bula para ostentar cargos de la más alta responsabilidad política, militar y policial en el nuevo régimen.
Algunos, partidarios de lo que se llamó «la ruptura democrática», defendimos que se llevaran a juicio público los desafueros cometidos por los jerarcas del franquismo, no tanto por viscerales deseos de venganza -eso, allá cada cual- cuanto por interés en que el régimen parlamentario no se cimentara sobre bases de tan escaso contenido ético.
No tuvimos ningún éxito en nuestra demanda, y ahí han estado durante todos estos años Manuel Fraga y algunos más -bien es cierto que no todos tan persistentes- para recordárnoslo.
Sea como sea, el caso es que los años pasan y pesan, y también a Fraga le toca retirarse ya.
Vale.
Digo que vale, y entiéndaseme. Quiero decir que me parece normal que sus seguidores lo lamenten. Y que no me extraña que se nieguen a examinar su largo y oneroso pasado como yo lo hago. (Los hechos son los hechos, pero es bien conocida la vieja sentencia: «Si los hechos me contradicen, peor para los hechos».) Tampoco me extraña que quieran homenajearlo sin parar. Sacan partido de la ley, que les autoriza a ello.
Lo que no me vale ni de lejos es que Emilio Pérez Touriño, que se proclama socialista y está llamado a sustituir a Fraga en la Presidencia de la Xunta gallega, se apunte al homenaje y quiera obsequiarnos, casi tres décadas después, con otra afrenta a la memoria histórica y a la justicia. Supongo que no pretenderá ahora, como hicieron sus congéneres en 1976, que hay que obrar así para evitar que los militares ultras den un golpe de Estado.
Es lo que se está publicando: que el futuro presidente socialista de la Xunta quiere ofrecer a Fraga un cargo institucional honorífico. ¿Para qué? ¿Qué clase de pedagogía democrática cree que ejercería con ello?
Espero que Pérez Touriño reflexione por sí mismo, o que sus futuros socios del BNG le animen enérgicamente a hacerlo. Porque una cosa es aceptar que la Historia ha sido la que ha sido y asumir que eso ya no tiene remedio, y otra, muy distinta, sentirse en el séptimo cielo y cantar loas a la desgracia.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (1 de julio de 2005) y El Mundo (2 de julio de 2005). Hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 3 de julio de 2017.
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