Extraño Perejil de tantas salsas. Cuánto problema en tan poco espacio. Uno, para empezar, literalmente metafísico: en términos legales, es España, pero no está en España.
El territorio de España está integrado por 17 comunidades y dos ciudades autónomas. Cada una de ellas tiene una delimitación territorial muy estricta. Ningún punto de la geografía física española está fuera de esa estructura autonómica.
Salvo el peñasco Perejil. En 1990, cuando se preparó el borrador de Estatuto de la ciudad autónoma de Ceuta, se incluyó dentro del territorio de la ciudad. Pero Marruecos protestó enérgicamente, y el Gobierno español de entonces -fiel a la línea que caracteriza desde 1975 la política de España hacia Marruecos- se arrugó y retiró la mención. De modo que Perejil no forma parte de Ceuta, ni de Andalucía, ni de nada: es España, como digo, pero no está en España.
Su posición geográfica tiende peligrosamente a agravar lo dudoso de su estatus, así se examine la cuestión con criterios neocoloniales. Perejil está a sus buenos 10 kilómetros de Ceuta, pero a sólo unos pocos cientos de metros de la costa marroquí. ¿Qué clase de derechos o de intereses puede esgrimir España para apropiársela? La historia de Perejil viene a ser, de hecho, la de un gabarrón bien amarrado y metido dentro de las aguas jurisdiccionales marroquíes. ¿Interés estratégico? Pudo tenerlo en tiempos para potencias lejanas que no querían -o no podían- instalar sus bases militares en tierra firme. Ya no. No lo tiene, en todo caso, para España, que cualquier cosa que quisiera hacer desde Perejil puede hacerla mucho mejor desde Ceuta.
Si este asunto se hubiera abordado con sentido común en su momento, se habría resuelto fácilmente y sin mayor problema. Cediendo la roca a Marruecos, por supuesto. Careciendo el lugar de habitantes, la solución era sencilla.
Pero no se hizo, y ahora Mohamed VI se ha lanzado a la conquista militar, y ya la cuestión no está en el huevo, sino en el fuero. Porque si el Estado español acepta el principio de la anexión por la fuerza -o lo ratifica: aceptarlo ya lo aceptó tras la Marcha Verde-, nada impedirá al caprichoso rey alauí aplicarlo cuando quiera a otras y más graves realidades.
El Ejecutivo de Aznar ha hecho saber que está «esperando a ver cómo evoluciona la crisis». Le habría sido difícil adoptar una posición más pusilánime y ridícula. ¿Quiere ver cómo evoluciona la crisis? ¿Por su cuenta? Otro país invade un territorio que consideras tuyo ¿y tú optas por esperar a ver qué sucede? ¿Es éste el mismo Gobierno que no deja pasar ni un solo día sin llenarse la boca hablando de la «intangibilidad de la soberanía nacional»?
Ahora, como si de un gesto de gran firmeza se tratara, anuncia que ha enviado a la zona un amplio contingente naval. Ya, pero ¿con qué instrucciones? ¿Tienen los mandos españoles órdenes de emplear la fuerza si hiciera falta? ¿O harán como los integrantes de la lancha patrullera que fueron a Perejil a ver qué pasaba y salieron zingando en cuanto los militares marroquíes les amenazaron con dispararles «por equivocación» (sic)?
He dicho muchas veces que, como perspectiva, soy partidario de la restitución a Marruecos de Ceuta, Melilla y las islas e islotes circundantes. Y me reitero en ello. Pero me parece obvio que esa solución debe abordarse estableciendo sucesivas etapas, acordadas con las autoridades de Rabat, para no lesionar derechos e intereses legítimos de las poblaciones residentes. En Ceuta y Melilla existe hoy en día un nivel de libertad que sus habitantes tienen derecho a conservar. Su integración en el sistema político marroquí, sometido a la autoridad arbitraria y vesánica del rey, representaría un traumático e intolerable retroceso.
Lo que no es aceptable es que el monarca alauí tire por la calle de en medio cada vez que se le pone en las narices, y que el Gobierno de Aznar opte una y otra vez por mirarse fijamente las uñas, como si no pasara nada. Le está dejando envalentonarse, y créanme: al final puede ser mucho peor.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (13 de julio de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de junio de 2017.
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