Tras la dimisión de DSK (Dominique Strauss-Khan, el poderoso ministro de Economía y mano derecha de Jospin), ahora le ha tocado al número dos del PSF, Jean-Christophe Cambadelis, también salpicado por el affaire de la Mutua Nacional de Estudiantes de Francia. DSK está acusado de haber falsificado unas facturas para justificar el cobro de trabajos que no había hecho (y de haberlas cobrado, claro). A Cambadelis le acusan de haber percibido durante años un sueldo por un cargo que nunca llegó a ejercer. Del estilo. Entretanto, un juez investiga las condiciones en que Francia vendió hace algunos años seis fragatas a Taiwan: en el punto de mira de la justicia están varios dirigentes del PSF, fundadores de una misteriosa Asociación Francia-Taiwan, que viajaron mucho por la época hasta la hermosa isla del Pacífico.
Jospin insiste en que se trata sólo de «algunos hechos aislados» que, de probarse, no implicarían al PSF como tal. Pero la sombra de la sospecha oscurece ya la tantas veces alabada renovación del socialismo francés. ¿Se produjo realmente una catarsis en el PSF, o fue sólo una escenificación para la galería? Porque lo que ahora está aflorando tiene un parecido más que sospechoso con lo de antaño: facturas por trabajos no realizados, comisiones ilegales sobre negocios del Estado... Son técnicas idénticas a las que utilizó el PSF para repletar las arcas del partido -y, de paso, también para llenar los bolsillos de algunos de sus recaudadores- en los tiempos de Mitterrand. Técnicas idénticas a las que enseñó al PSOE.
«Chassez le naturel; il revient au galop», asegura el dicho francés. «Expulsad lo natural; volverá a galope».
¿Está anclada la corrupción en la naturaleza misma del poder? El PSF se lanzó a su limpieza interior cuando se descalabró en las urnas. Consiguió convencer a la opinión pública francesa de que había hecho tabla rasa; que era ya otro. Eso lo colocó en condiciones de recuperar el Gobierno. Y lo logró.
El presidente Chirac, líder de la derecha, ha dado instrucciones a sus seguidores para que no hagan sangre con los socialistas. Hoy por ti; mañana por mí, se llama eso. También Aznar ordenó al PP que bajara el pistón de las denuncias en cuanto entró en La Moncloa.
Francia no está tan mal, si bien se mira: su electorado castigó la corrupción. Más preocupante es la realidad española: el PSOE perdió el Gobierno por los pelos, con lo que no sólo no procedió a ninguna catarsis -quizá el PSF tampoco la haya hecho, en realidad-, sino que ni siquiera se creyó obligado a fingirla.
Para qué, si aquí se tolera todo.
Javier Ortiz. El Mundo (13 de noviembre de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de noviembre de 2011.
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