Existe en España una extraña veneración por lo que la prensa extranjera dice o deja de decir sobre nosotros. La prensa extranjera: no sólo las cabeceras de más prestigio -que si The New York Times, que si Le Monde, que si el Times-, sino toda ella. De hecho, ha bastado con que aparecieran en alguna ocasión unas cuantas paridas sobre Benidorm y la Costa Blanca en un par de diarios sensacionalistas británicos para que se organizara aquí una escandalera de mucho cuidado.
Se habla a menudo de ciertos periódicos extranjeros como si sus informaciones y comentarios fueran verdad revelada. Y quiá.
Cuando viví en Francia leía Le Monde a diario. Lo leía casi toda la gente con la que me relacionaba: franceses, españoles, europeos de otros Estados, latinoamericanos... Muchos franceses me decían: «La información que da Le Monde sobre Francia deja bastante que desear, pero la internacional es muy interesante». Hablabas luego con un latinoamericano, y tres cuartos de lo mismo, pero desde su lado: «La información sobre América Latina no es muy buena, pero el resto es de gran nivel». Y si el que te pillaba por banda era polaco, pues igual: «Lo que cuenta del Este no es nada riguroso, pero...». De sumar todos esos juicios negativos, deberíamos haber considerado que Le Monde era, en realidad, un mal diario. Pero, cada uno por nuestra cuenta, todos pensábamos lo contrario. Y creo que, además, teníamos razón.
Supongo que un gran diario se caracteriza sencillamente por ser menos malo que los otros diarios. Ninguno está libre de periodistas que no se informan lo bastante -¡lo bastante puede obligar a tanto esfuerzo y llevar tanto tiempo!- o que no han ido a parar a la fuente más adecuada, o que se han dejado influir por prejuicios, o...
No está justificado el fervor con el que aquí se mira cuanto escriben por esos mundos de Dios sobre nuestra realidad social y política. Tiene importancia, sin duda, en la medida en que puede influir en los centros de poder internacionales. Pero lo que carece de sentido es que repasemos los diarios foráneos para enterarnos de lo que ocurre delante de nuestras narices.
La prensa extranjera sabe sobre España mucho menos que la local. De hecho, sus opiniones se basan, sobre todo, en lo que escriben sus corresponsales, que a su vez se informan, en no poca medida, a partir de lo que leen y oyen a sus colegas españoles. Con lo cual, repasar lo que dice la prensa extranjera sobre España viene a ser un viaje informativo de ida y vuelta.
Me pregunto el porqué de la reverencia que muchos de nuestros compatriotas sienten por la prensa extranjera. Supongo que es otra de las muchas consecuencias del feroz sentido del ridículo que caracteriza a tantos españoles: sobrellevan las miserias patrias mientras se citen en privado, pero les horroriza que las vean los de fuera.
Son capaces de reírse de sus males, pero no soportan que los extraños se sumen a la risa.
Javier Ortiz. El Mundo (21 de mayo de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de abril de 2012.
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