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1994/12/31 20:00:00 GMT+1

«La pinza»

Escribí este artículo en 1994 (creo) para la revista "Hika". Por entonces estaba muy de moda referirse a la supuesta "pinza" que el PP e IU ejercían sobre el Gobierno del PSOE. Creo que vale la pena recuperar aquella reflexión, por lo que tiene de general para el tratamiento del problema de «los extraños compañeros de cama» que, según pretende el tópico, hace la política.

Se ha hablado hasta la saciedad durante esta pasada campaña electoral de la pinza supuestamente formada por Izquierda Unida y el Partido Popular para minar las bases del Gobierno felipista. Tan traída y tan llevada ha sido la tal pinza que casi todo el mundo ha dado por hecha su existencia, pura, entera y verdadera. Sin embargo, dista de ser evidente.

Cuando se le pregunta por la famosa pinza PP-IU, Julio Anguita suele contestar que, en la práctica, durante la anterior legislatura, el PSOE pactó más veces y en asuntos más importantes que IU con el PP. PSOE y PP hicieron frente común para sacar adelante las sucesivas reformas laborales. Se aliaron igualmente para aprobar el Tratado de Maastricht. Mano a mano establecieron también la legislación sobre inmigración. El conjunto de las grandes alternativas de política exterior -incluyendo opciones tan terribles como el trato a Hassán II como «aliado preferente»- fue cosa común a ambos.

En el Parlamento central, en cambio, IU no llegó jamás, en lo que la memoria me alcanza, a ningún acuerdo «en positivo» con el PP. Coincidieron en el rechazo de bastantes propuestas o acciones del PSOE, sin duda. Pero se ve mal cómo hubiera podido ser de otro modo. ¿Debería haber apoyado IU al PSOE para no coincidir con el PP?

Es cierto que, en determinados órganos de poder local -el Gobierno de Asturias, los Ayuntamientos de Málaga y Córdoba, etc.-, el desacuerdo entre IU y el PSOE permitió al PP hacerse con las riendas de la situación. Pero en ninguno de esos lugares IU se negó a pactar con el PSOE por principio. Exigió, eso sí, que la negociación no se limitara a establecer un reparto de puestos, sino que implicara la firma de un programa común, de un compromiso de actuación de izquierdas. IU desestimó la posibilidad de pactar sólo después de que el PSOE se negó a que los acuerdos fueran así. Los felipistas actuaron movidos por un doble convencimiento: que IU no renunciaría a su parte de pastel y que no sería capaz de permitir que el PP se llevara el gato al agua. Se equivocaron. Cada cual puede pensar lo que quiera sobre la actuación de IU en estos casos, pero lo que no se ve por ningún lado es la pinza.

Lo ocurrido en el Gobierno de Andalucía es en parte semejante y en parte diferente. Es en parte semejante porque también allí IU ofreció a Chaves llegar a una alianza basada en acuerdos programáticos, y el presidente de la Junta no quiso saber nada de ello. Pero es en parte diferente porque, cerrada esa posibilidad, IU sí se puso explícitamente de acuerdo con el PP en algunas cosas, casi todas destinadas a limitar los poderes de la mayoría minoritaria del PSOE en el Parlamento. No estuvo entre éstas el rechazo sistemático del proyecto de Presupuestos, que es lo que más llamó la atención de la opinión pública: ahí IU se limitó a negar su apoyo, y es difícil culparle de que el PP hiciera lo mismo, aunque por razones notablemente diferentes.

Especificado lo cual, haré dos reflexiones.

La primera se refiere a la opinión pública. La apabullante máquina de propaganda del felipismo, integrada por medios del Estado y otros privados, decidió dañar la imagen de IU con la historia de la pinza, y en buena medida lo logró. Es muy probablemente cierto que IU no supo contrarrestar de modo eficaz el mensaje hostil -Julio Anguita no es precisamente un líder para la era de los mass media-, pero también es verdad que las fuerzas en liza no podían resultar más desiguales. Si todas las televisiones, la mayoría de las cadenas de radio y buena parte de los periódicos deciden que hay pinza, hay pinza. Y si deciden que yo soy espía de la CIA, en dos semanas es un hecho.

Segunda reflexión: ¿es lícito -eventualmente: fue lícito- aliarse con el PP para combatir al felipismo? No lo planteemos en general (aliarse «con la derecha») porque entonces nos hundimos en otra historia sin porvenir (quién no es de derechas en esta guerra, y quién es de izquierdas).

En mi criterio, no es posible adentrarse en los territorios de la catarsis sin salir política e ideológicamente malparado. No hay posible purificación (eso es lo que significa catarsis en griego) con quien tiene tan escasa relación con la pureza. Otra cosa es seguir, con el PP o quien sea, la norma militar que Mao aplicó a sus relaciones con el derechista Kuomintang durante la ocupación japonesa: «golpear juntos y marchar por separado».

Pero a los japoneses eso también les pareció una pinza.

Javier Ortiz. Hika (1994). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de enero de 2018.

© Javier Ortiz.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1994/12/31 20:00:00 GMT+1
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