El presidente del Gobierno exhorta a la ciudadanía a no caer en el desánimo ante los embates del terrorismo. Le pide que tenga paciencia y que no dude ni por un momento de que el Estado va a acabar con ETA.
Eso estaría muy bien si, tras hacer tan contundente afirmación, don José María Aznar trazara así fuera un boceto de cómo piensa lograr esa victoria sobre ETA en lo que le queda como gobernante. Pero no: proclama a palo seco su augurio cual verdad revelada y cambia de tercio rápidamente.
¿Qué ocurre? Que el común de los españoles no termina de fiarse de la profecía presidencial. Por impacientarse, se le impacientan incluso los más resueltos de su propio bando, que ya empiezan a reclamarle que pise el acelerador de la contundencia legislativa. Se ve que en su bando hay bastantes más creyentes que crédulos.
El recelo ante el optimismo del señor Aznar está justificado, y no sólo porque no aporte el menor dato concreto que lo justifique, sino también porque la tendencia que muestra la realidad apunta más bien en la dirección opuesta.
Sabemos que ETA cuenta en la actualidad con un importante stock de explosivos, procedente del robo que perpetró en Bretaña durante la tregua, lo que potencia no poco su capacidad mortífera.
Sabemos igualmente que se ha dotado de una estructura orgánica más ágil e impermeable, que le permite reaccionar con rapidez y que dificulta considerablemente la infiltración policial.
Pero, sobre todo, sabemos -y esto es lo más grave- que no tiene problemas para cubrir las bajas que va sufriendo: la kale borroka le aporta una cantera que apenas ha explotado todavía. Con el inconveniente añadido de que se trata de jóvenes que ya están baqueteados en la refriega, lo que permite incorporarlos sin mayores preparativos al terrorismo de alta intensidad.
Así están las cosas, y don José María Aznar lo sabe.
Sucede que, si lo reconociera, él y quienes lo respaldan tendrían que decirle a la ciudadanía que más le vale ir preparándose para soportar la lacra del terrorismo Dios sabe durante cuántos años más. O durante cuántas décadas. Porque es lo que le espera.
De hecho, toda la política actual de Aznar, diga lo que diga, parte de la presunción de que hay ETA para rato. Para bastante más rato de lo que va a durar él como jefe del Gobierno. Su propio interés en impedir que haya condenados que vuelvan a las andadas cuando sean puestos en libertad dentro de 30 años es concluyente: ¡da por hecho que ETA puede seguir existiendo dentro de tres décadas!
Era eso tan sólo lo que pretendía explicar hoy: que, con el señor Aznar, la paz va para largo.
Javier Ortiz. El Mundo (25 de octubre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de octubre de 2011.
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