Cuenta don Juan María Atutxa que el Parlamento Vasco va a dejar de pagar retribuciones a los electos de Euskal Herritarrok porque -dice- «no se ganan el sueldo».
Me pregunto qué resultado daría la aplicación general de ese criterio. En el Parlamento Vasco, en todos los parlamentos autonómicos y, muy especialmente, en el de la Carrera de San Jerónimo. Muchos parlamentarios con destino en Madrid se fuman todas las sesiones que les viene en gana y, cuando tienen a bien asistir a alguna, se limitan a sestear. Prestan tan escasa atención a los debates que, cuando llega la hora de votar, el responsable del grupo tiene que hacerles una seña indicando qué botón les toca apretar. De lo contrario, podrían apoyar cualquier cosa. Ni se enteran de lo que se está discutiendo.
Como esos catedráticos de Universidad que sus alumnos no han visto jamás, porque dejan todo el trabajo de la cátedra en manos de su ayudante y ellos no aparecen ni por asomo, hay diputados que sólo pisan las alfombras del Congreso en algunas solemnes ocasiones, la principal de las cuales es, invariablemente, la del día que acuden a retirar su acta, por el aquél de cobrar. Doy por hecho que, por ejemplo, Felipe González dedica su tiempo a intensísimas actividades propias de su rango, o de su exrango, pero el hecho es que, en tanto que parlamentario, no da ni sello. Que le pague la manutención su partido, o que viva de la soldada que recibe del erario por el tiempo que pasó en La Moncloa, pero que no siga chupando del bote parlamentario, porque- a ver, Atutxa, díselo- «no se gana el sueldo».
A diferencia de los electos con vocación absentista de otros partidos, los parlamentarios de EH no se ausentan del cuadrilátero vasco por molicie, sino por voluntad directa y expresa. Su ausencia es un gesto político con el que no estoy de acuerdo, pero que me parece de rigor calificar de tal.
La abstención es una posibilidad legítima cuando se plantea una votación. A veces, el abstencionismo, cuando se entiende como protesta, se expresa abandonando el lugar del debate: hace muy pocos días lo han hecho los parlamentarios autonómicos del PSOE en Madrid, dejando a Ruiz Gallardón con la palabra en la boca, y nadie ha pensado en la posibilidad de restarles de la paga ese tiempo de ausencia. Se fueron porque no querían avalar con su presencia lo que allí estaba sucediendo. Pues eso.
Los electos de EH han llevado su actitud abstencionista hasta el límite. Pero sus actas parlamentarias no son fruto de ninguna graciosa concesión: se las ha otorgado una parte del electorado vasco. Son sus electores los que deben juzgar el uso que hagan- o no hagan- de ellas.
Javier Ortiz. El Mundo (12 de diciembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de diciembre de 2012.
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