Leo unas declaraciones de Xabier Arzalluz en las que se plantea quién podría participar -y quién no, en consecuencia- en un hipotético referéndum de autodeterminación de Euskadi. Sostiene el presidente del Euskadi Buru Batzar del PNV que sería inadecuado dejas votar en esas urnas a todas las personas residentes en tierra vasca, porque quienes llevan poco tiempo en Euskadi no cuentan con el suficiente conocimiento de causa como para saber realmente lo que está en juego.
No es la primera vez que alguien asume un planteamiento de ese género. Hace meses, un Congreso de las juventudes de Eusko Alkartasuna ya votó una moción reclamando que, para adquirir la calidad de votante en un posible referéndum de autodeterminación, fuera necesario pasar un examen previo en el que se demostrara un conocimiento real del dilema planteado.
Las técnicas propuestas son diferentes, como se ve, pero la intención idéntica: asegurarse de que la gente que vota no lo hace al buen tuntún y sabe de qué va la cosa.
A mí me parece una idea genial. Lo que no entiendo es por qué habría que aplicarla sólo en el caso de que hubiera un referéndum de autodeterminación en Euskadi. Yo la haría extensiva al conjunto de las elecciones. Que todo pichichi sea sometido a examen, sí señor, y que quien no apruebe sea borrado del censo. Provisionalmente. Hasta la siguiente convocatoria.
Pongamos por caso las próximas elecciones autonómicas vascas. Examen al canto.
-A ver, el siguiente... Ander Zugazabeitia... Enumere usted todas las transferencias previstas en el Estatuto de Autonomía que aún siguen en manos de la Administración central. (...) ¿Cómo? ¿Qué no se las sabe? Vaya por Dios, pues se va a quedar usted sin votar, como es lógico... Hágase cargo: es un asunto clave... Si no sabe ni eso... Sería un voto inconsciente, el suyo. No podemos aceptarlo.
Más estupenda podría ser la escabechina de cara a unas elecciones generales, a nada que el temario del examen lo decidiera alguien medianamente riguroso. Por ejemplo: «Maastricht, Ámsterdam y Niza: balance crítico de las principales innovaciones de cada uno de los tres Tratados». O bien: «Reforma del Senado. Propuestas de cada uno de los partidos». Es obvio que la gente que no tenga ni idea de estas cosas no puede votar con el suficiente conocimiento de causa. Así que a tomar por rasca.
Yo siempre había discrepado del lema ése de la democracia: «Un hombre, un voto». Pero lo hacía sólo porque me decía: «Jopé, y las mujeres ¿qué?». Pero ahora, gracias a Arzalluz y a las juventudes de EA, me doy cuenta de mi error. El lema debería ser: «Un hombre informado, un voto».
Hay que ir encargando los letreros que deberán presidir a partir de ahora los colegios electorales: «Reservado el derecho de admisión. Ignorantes abstenerse».
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (16 de diciembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de diciembre de 2009.
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