Bien, de acuerdo: soy antimadridista. Y seguro que eso influye en mi actitud. Pero díganme si tengo o no razón.
Ayer, según terminó el partido de fútbol ése, las calles del centro de Madrid -y las no tan del centro- se llenaron de coches cuyos conductores hacían sonar el claxon sin parar y lanzaban gritos ostentóreos asomándose por las ventanillas. No durante un ratito, no: durante horas. Eran las tantas de la madrugada y seguían en las mismas.
Yo vivo a una distancia considerable de La Cibeles, pero la bronca no me ahorró. Los forofos de la cosa me tuvieron sin pegar ojo ni sé cuanto tiempo. Hasta bien avanzada la madrugada.
En Madrid ya va haciendo calor, y el personal empieza a dormir con las ventanas abiertas. ¿Cuántos damnificados habrá producido la incontrolada alegría madridista? ¿Cuánta gente habrá acudido hoy a trabajar con unas ojeras hasta el suelo? Considero mi caso: no sé a qué hora logré dormirme, pero sé que me he levantado a las 5 de la mañana, y tengo un careto que tira de espaldas.
Por lo que leo, el follón en el centro fue de los que hacen época, con tiros, golpes y carreras continuas. Los vecinos de por allí estarán todavía peor que yo.
No me consuela.
Hay una permisividad con estas celebraciones deportivas que ignoro a cuento de qué viene. Si yo salgo a las 12 de la noche de mi partida de mus -habiéndola ganado, como siempre-, me meto en el coche y me pongo a tocar la bocina mientras grito a voz en cuello: «¡Ortiz, Ortiz, Ortiz es cojonudo, como Ortiz no hay ninguno!», no creo que pasen ni cinco minutos sin que se me plante delante la Policía Municipal -o la Guardia Civil, si consigue adelantarse, que ahora es a lo que se dedica- y me endilgue una multa de aquí te espero. ¿En qué Código o Reglamento figura que un orticista no puede hacer eso, pero un madridista sí?
Pasa lo mismo todos los fines de semana en la Castellana. Que una arteria vital para la circulación de la capital se vea invadida por miles de coches que aparcan donde a sus conductores se les pone, incluido el centro mismo del Paseo, me parece de aurora boreal. Si quieren tener un estadio de fútbol en el centro mismo de la ciudad, que acudan a él en metro, o en bici, o como se les ponga; pero no en coche. Y que la Policía cumpla con su deber, lo mismo que el servicio de grúas municipales, que en las casi dos horas que duran los partidos podrían ponerse las botas.
Pero no. Les dejan.
Pues muy mal.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (16 de mayo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de abril de 2017.
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